El futuro era tu cuerpo
Memorias de duelo y cuidados en las comunidades trans y travestis en la década de los noventa de Perú
Transcripción
Capítulo 1. Construyendo género desde los márgenes del duelo y la vejez
Miles y miles de páginas, centenares de personas, buscas y buscas, piensas y de repente.... De repente sucede. Sale por sí mismo. De repente, entre todas las palabras, empiezas a divisar una línea, los patrones más importantes. A menudo hay una docena de cuentos básicos donde esa idea y esa filosofía que ya se están creando dentro de ti cobran una esfera común. Luego aparece una idea principal: el sonido del libro. Aparece un título y el material se empieza a armar.
El futuro era tu cuerpo.
El futuro era tu cuerpo. Construyendo el género desde los márgenes del duelo y la vejez.
─ Primeramente no había una diferenciación entre personas transgénero y homosexuales gais, era una sola comunidad indiferenciada. Incluso, había una crítica a las travestis por parte de la comunidad gay, que decían que era una suerte de imagen negativa de los homosexuales cuando se referían a las travestis. Qué necesidad había de esa conducta escandalosa y ─digamos─ ampulosa, cuando deberían ser personas serias. Entonces, se tenía una imagen de cómo debía ser siempre la gente tendiendo a normal, el gay correcto.
Entonces no había mucha diferenciación y había mucho conflicto, las personas transgénero no estaban en el movimiento. No solamente estaban proscritas de la sociedad, sino también del propio movimiento de diversidad.
─ Yo estoy de acuerdo con los avances de la ciencia, los avances comunitarios, los avances sociales, los avances de lucha, pero cada quien quiere imponer su gen, su rótulo o su denominación ─llamémoslo así, porque rótulo es algo peyorativo─. Ha salido el término transexual en nuestra persona, transgénero en nuestra persona ─que esto o lo otro─. Nosotras en los noventa, en aquellos años estábamos acostumbradas a llamarnos travestis. Pero, ahora con la definición de travesti, la persona que opta por esta opción ─quién sabe...─ por un trabajo o por un arte se convierte tanto de hombre a mujer o de mujer a hombre para una representación, pero al otro día es un ser humano común y corriente. Nosotras estamos acostumbradas a este tema. Yo entiendo todas las definiciones, todos los estudios que ha habido para llegar a tener esa definición perfecta, pero yo me siento feliz con que me llamen travesti. Hay muchas compañeras de mi época que también sienten lo mismo, que les gusta que les llamen travesti.
─ Pero, todavía no con herramientas teóricas que nos permitieran comprender la situación por la que pasábamos, todavía no identificábamos que habíamos asumido una identidad de género insumisa a los modelos. Nos pensábamos como homosexuales, nos pensábamos como gais, pero el tema no era la orientación sexual, que podía estar presente o no, porque muchas travestis son bisexuales. Entonces el tema central de la exclusión no era un tema de orientación sexual, era un tema de identidad de género. Pero este concepto aflora ya en el nuevo siglo, no en el ochenta y seis.
─ Muchas de nosotras nos llenamos el cuerpo cuando los fríos, lo forrábamos, le poníamos veinte medias y encima una tanga y parecía que teníamos un cuerpo y una cadera hermosa. Nos poníamos unos palos en la nariz para "parar" la nariz, y la nariz estaba en punta; las pelucas enormes. Así que, esas grandes transformaciones que ven en los maquillajes japoneses, a nosotras no nos llama la atención. Nosotras lo hemos hecho hace desde hace treinta años. Nosotras hemos sido muy extremas con el cuerpo, con el maquillaje, con todo. Nos poníamos cuatro o cinco pestañas como hoy se pone Monique Pardo. Así es como nos poníamos nosotras.
─ En el concurso ─cuando yo concurso las dos primeras veces─ yo todavía no tenía edad ni identidad femenina. Era un chiquito gay que era delgadita y agraciadita y que no quedaba bien, pero era mi ilusión. Como te digo, con eso no se nace. Para cada cara puesta hay un perfil, que ya agarramos este discurso. Que yo no esté de acuerdo con los concursos es otra cosa ─bueno es mi pensamiento─.
Entonces decía: mira, me dice, concursando en el festejo con un vestido verde y se lo vamos a pedir. Pero ¿cómo voy? Va a ir una bailarina a un festejo que era amiga nuestra. Mira, la Kenny también ha venido. La Kenny era una mujer trans, superguapísima, finísima... y todo. De hecho, la poníamos allí frente a mí y ya me ganaba de hecho, me llevaba ventajas y me ganaba, pero yo no me amilanaba porque también tenía mis armas.
Entonces, la Goya me dice: mira también ha venido la Kenny a por el vestido, pero, como la Mari Cielo es amiga nuestra, yo se lo voy a dar a ella. Me dio el vestido. En la noche me voy con mi pareja de concurso. El vestido era sencillo, ceñido al cuerpo, bonito. Me consiguieron de todo. Entre todos traían las esponjas y los pantis para "chabuquearme".
¿Saben lo que es "chabuquearse"? No tenemos las curvas que tienen las chicas, porque la chica para tener cintura tiene que tener caderas, y cómo tenemos unos huequitos entre las piernas, unos hoyitos que son naturales de la biología masculina. Eso lo tratamos de llenar con lo que viene del fabricado de los colchones, es esponja, que le damos la forma desde acá arriba, formando cadera en una capa que es una "P" con poto y pierna. En la cadera, dentro, portamos partes más pequeñas redondas y las vamos adiccionando. Al adherirla a las piernas, sujetas con cuatro o cinco pantis, que también es súper dolorosísimo, porque al final tus dedos terminan así; ves todos los pantis elásticos que se juntaron ahí... Entonces, eso oprime y eso te forma el cuerpo y te da una apariencia femenina. Eso es "chabuquearse".
─ La idealización travesti, sobre todo en el mundo del trabajo sexual era irse primero a Buenos Aires y luego saltar a Italia. En Italia era como en las "polladas", en las fiestas, en las discotecas donde estaban las travestis, tú veías a las europeas, que llegaban y eran todas súper operadas, súper femeninas, con las súper tetas, las caderas... Y, recuerdo también que había una marca estética bastante fuerte en los 90, que eran las travestis con bastante culo, con bastante cadera, con demasiadas tetas. Era cómo que venían de fábrica, y las cirugías todas eran muy similares. Y, claro, había como categorías de travestis. Las que ejercían el trabajo sexual, mientras más voluminosas eran, en los 90, parecía que tenían una carga de clientes mucho más fuerte. Y, estaban las otras, obviamente, que, o bien no tenían tetas, o bien no eran muy femeninas. Ni siquiera el problema es que seas guapa, el asunto es que estés absolutamente armada con tetas, culo y caderas. Ese era el prototipo de la travesti de los 90. No estamos hablando de trans, estamos hablando de travestis que ejercen la prostitución en las calles.
─ Por el día no puedes andar así, con un camisón, vestido ligero... Le decían "zapatón", porque calzaba un 44. La del piececito de princesa, o algo así le decían, haciendo referencia a la medida de su pie. Incluso había alguna broma, porque ella fue con un grupo de chicas a un concierto de música por la zona, y este día se sentaron en la parte de atrás y el animador les dedicó la canción, dijo: "Para ese bello ramillete, que están atrás, que calzan un 44". Ellas, al mismo tiempo, escondieron los pies para que no se viera su medida. Las mujeres tienen una "calzatura" menor, un 36-38, normalmente los hombres, un 40-44. Entonces, las quiso poner en evidencia y ellas se sintieron un poco incómodas, así que lo primero que atinaron es esconder los pies para que nadie identificara a quién se refería. Sí, pues era zapatona, era Lorena.
─ No había mucho para pensar en el futuro, no había, no había... El futuro era tu cuerpo, que esté bien, que no te pase nada, que tengas el cabello bonito, que tengas maquillaje, tacones y... ¡ya está! Tu futuro era próximo a mantener tu estereotipo o a verte joven. No había otra cosa más.
─ Me travestía los fines de semana para salir. Durante el día no usaba mis muslos anchos, mi culo ancho. Yo era flaquita. Ya, después de que terminé la universidad, que vine a Lima, ya empezó mi cambio. Ya ahí me aplique las hormonas y las siliconas en el 2003.
─ En esa época, las personas trans de los 70 y los 80 tuvieron el acceso libre a hormonas, a tratamientos de hormonas muy fuertes, de cargas hormonales muy elevadas, y, por ende, los cuerpos eran muy femeninos. Las que tenían la decisión de inyectarse hormonas eran muy femeninas, tenían bonitos senos de hormonas, porque esas hormonas, antiguamente no había control de qué cantidad de estrógenos podía tener una inyección para cuidarse. Entonces, las ampollas hormonales, que eran anticonceptivas, tenían mucha carga hormonal. Yo me acuerdo del nombre de alguna ampolla que se llamaba Eutocol, había otra ampolla que se llamaba Decadurabolin, no me acuerdo del nombre de esas ampollas te las ponías y te sacabas senos. Muchas de nosotras, hoy en día, estamos alteradas hormonalmente, somos más sensibles, tenemos una especie de transpausia, porque hemos alterado nuestro cuerpo con hormonas que nuestro cuerpo no producía y hemos hecho tratamientos empíricos. Algunas hemos abusado de ellas, otras solo hemos jugado y en nuestro cuerpo tenemos un desbalance hormonal. Entonces, muchas tenemos muchos problemas emocionales, depresiones, crisis hormonales, bochornos... muy parecidas como las que tiene las mujeres cisgénero cuando tienen un problema de menopausia. Muy parecidas. Yo las experimento hoy en día. Hace tres o cuatro años que experimento esos bochornos, esas alteraciones, esas épocas que soy muy sensible, que hasta el llanto de un niño me hace llorar. Me acuerdo de mi historia y mi pasado y me pongo muy sensible. Me pongo a llorar por todo. Tengo momentos que también me acaloro, me bochorno, que me pongo alterada, tengo calores fortísimos. Es normal. Es una reacción adversa que tenemos. De repente, en corto plazo, la hormona, en algunas personas que tienen secuelas de cáncer. No son recomendables porque son cancerígenas. Hay personas que se han puesto demasiadas hormonas sin control y han alterado su mente y están muy alteradas. Cómo salió la nueva opción, la más rápida: el relleno de silicona... Porque tú, con las hormonas tenías un tratamiento de un año o dos años y tu cuerpo estaba femenino, estabas linda, tu piel se veía joven, perfecta, pero al término de dos años, nosotras no queríamos esperar dos años. Queríamos ponernos una inyección y en un mes estar divinas, en la plaza, bailando.
─ La primera vez que me colocan, me dejaron un cuerpo muy bonito. De talla 30, yo pasé a 32. Pero, decía: “no tengo caderas”. Yo quiero esa cadera que les salta a las mujeres al caminar y que se les dobla. Ese bulto quiero. Como me había sobrado un litro... digo: “yo quiero eso”; y la chica me coloca medio y medio. Me dejó cuajada, yo lloraba y decía: "me malograron el cuerpo, ahora no me lo puedo sacar". Ella había regresado a Argentina. Justo, un día llama mi compañera ─mi amiga de allá de mi pueblo─ y le dice: "La Mari Cielo está que llora, que la malograron el cuerpo". Dijo: "no; es que yo le dije bien claro que si le ponía caderas se le iban a comer las nalgas. Que no se preocupe que yo, de mi propia silicona las voy a redondear". Entonces…, más silicón al cuerpo. Quedé de 38, de 32 que era. Entonces, yo hice los cuidados necesarios. Quince días durmiendo boca abajo, que al primer día te duele la columna insoportablemente ─que no soportas─.
Cuando me pusieron las nalgas por primera vez, no soportas las ligas que te aprisionan, si no, se puede chorrear. En la noche se fue la luz y por el esparadrapo de una curita se había salido y estaba saliendo silicón por ahí. Y yo asustada, por ahí falta que se salga todo y yo quede así, como una llanta desinflada, así a lo cojita. De allí, yo vivía con una parejita. Corriendo, así sin luz, ella consiguió y me cogió y ella me limpió, me puso algodón y me pegó un agujón ¡Dios mío! ¡es aguja de caballo! que primero sí me pincharon con una tuberculina y me pusieron Xylocaína, pero, así como cuando te rompes la orejita... Yo ahora tengo prótesis, pero encima de un cuarto de silicón que tenía. Pero, cuando me pusieron el silicón, la aguja de aquí abajo me ardía y me dolía y no soportaba, no soporto.
"¡Aguanta! Aguanta que ya queda poquito para que pase. Espera que te vas a quedar con una gran noche".
"Qué importa, no soporto más"
Como entremedias que me desmayé ahí y ya logré soportar. Quince días más durmiendo sentada.
Entonces, eso del que la silicona pega en el cuerpo, eso es mentira. El silicón ingresa en tu cuerpo y tus músculos lo rodean. Entonces, al rodearlo, tus músculos lo mantienen. Por eso que no lo puedes aspirar, porque si lo aspiras sale con músculo y sale con silicón. Por eso que sale agua negra y amarilla. Lo aspira con todo.
Entonces, ahora, el otro peligro: las mujeres viejitas, como yo. Yo, hasta el día de hoy hago mis ejercicios, porque tengo que mantener el músculo fuerte para que siga sosteniendo el silicón. Si me abandono, el músculo se suelta y el silicón, por gravedad, se me cae. Es por eso por lo que muchas compañeras tienen los pies de elefante, porque se les ha chorreado todo el silicón a las piernas. Yo, gracias a Dios, no tengo nada de eso, pero sí tengo mis venitas que se me han saltado, y en la parte de acá que se me choreó entre las piernas, pero como un cordoncito. Un cordón, que no puedo usar biquini, porque si vieras mis fotos, de toda la vida que salgo con esa faldita que se usa como ropa de baño, como un pareo, porque si salgo con un traje de baño. Sí ¡ay que bonito! Pero si quiero sacármelo…
El doctor me dice: "A los tres meses te lo corto al ras y te lo saco, solamente se va a notar la línea".
"¡Ah! pero ¿si me queda mal?"
"Así me quedo".
Así me quedé, y entonces ahí ya empieza mi transición. Ahí nos pusimos todas nosotras. Las tres que nos pusimos no hemos tenido consecuencias, no se nos chorreó nada del silicón. Hoy en día, las chicas que se ponen silicón, inmediatamente se les chorrea. No sé si porque si no harán el reposo necesario o porque no sé cómo estará ya el líquido.
Cómo yo tenía una amiga cuando yo vine por primera vez acá a Lima… ─yo paraba en un parque zonal, en los olivos, Parque Naranjal era en ese entonces─, ella era solamente su mamá y sus hermanas, y tenía muchas necesidades. Le ayudábamos y la invitaba aquí a cenar. Entonces, ella estuvo en Argentina. Y, en Argentina hay una gran mafia de chicas, que es mentira que vayan a la prostitución, van a otra cosa. Entonces, esta chica se había metido en ese mundo y había hecho dinero. Pero, mira, ni siquiera la consideración de tanto que yo le había ayudado que para mandarme el silicón me cobró hasta el taxi. Taxi de la tienda de donde lo había comprado. Taxi desde la tienda a donde me iba a enviar.
─ Estéticamente, yo creo que lo primero que tiene que pensarse en la visibilidad de un cuerpo. Un cuerpo que va transmutando estéticamente y se agencia políticamente. Yo creo que ahí está el legado de la travesti y la trans. Que, si bien, el feminismo es demasiado importante para que la historia de la humanidad cambie, igual, nosotras como comunidad travesti y trans tenemos que hacer una especie de genealogía, porque nosotras toda la vida hemos sido negadas por la historia, hemos sido negadas por el concepto de estado/nación, nos han negado la ciudadanía. Esa reinvención en femenino que espanta tanto a la comunidad heterosexual y se nos relega a espacios de marginalidad, pues, tiene esa terquedad, esa valentía y ese tener huevos de ser visibles es lo que realmente nos hace potentes.
Una vez nos íbamos a una fiesta drag y nos estábamos travistiendo durante horas, maquillándonos, arreglándonos, y yo me miro al espejo y le digo: "Giuseppe, ¿porque hacemos esto?"; y Giuseppe me dice: "porque esta ciudad se lo merece".
─ En un momento me interesó modificar mi cuerpo, incluso la operación de reasignación genital, en un momento hice un agobio importante y estuve a punto de contactar con el médico e intervenirme; y después me dije: "y después de esta intervención, ¿qué voy a hacer? Con todo el ahorro gastado, ¿cómo voy a continuar?" Pero, después me empecé a cuestionar que si era un deseo mío o era una imposición social. Finalmente comprendí que era una imposición social. No tenía porqué transformarme, cuando mi cuerpo era saludable y estaba bien. Entonces era acceder a un estereotipo que iba contra mí, en el fondo, iba contra mi salud, porque yo consideraba, en un primer momento, la transformación como algo liberador, pero después entendí que era como una afrenta contra mi propio cuerpo, porque era una ablación, era una castración.
Entonces empecé a confrontar estas dos posiciones dentro de mí. Finalmente ganó la proposición reconstructiva, porque eso no me aportaba nada a lo que yo en esencia era. Y sigo cuestionándome en esos aspectos. Encontré algunas respuestas, pero sigo mentándolas. Son cuestiones que afrontamos en la discusión, en los problemas que afrontamos cómo comunidad en encontrarnos con nosotras mismas, en el sentido del cuerpo, el sentido de las formas, los caminos que hemos tomado y si son válidos o no para nosotras. Estamos siguiendo caminos señalados por otros y de nuestro propio interés y en el de nuestra propia naturaleza. Bueno, en esa época había muchas preguntas y siguen muchas preguntas.
"¿Por qué no abandonar la sigla LGTB y aceptar que todos somos trans?" Oí alguna vez decir al filósofo y activista intersex Mauro Cabral. Esta reflexión me ayuda a explicar mi planteamiento de lo travesti no como la pesquisa o producción de otra identidad para la larga lista existente, sino en una posidentidad transformadora de los cortes limpios raciales y racistas en superposiciones étnicas.
─ En realidad, los bisexuales son los que han hecho la conexión entre los distintos grupos. Y han llegado también al gran grupo heterosexual. Entender esto implicaba identificar también a las personas transgénero, no por una cuestión de derechos humanos sino por una realidad insoslayable. Es a partir de ahí, se han enseñado políticas públicas para prevención y control del VIH. A partir de VIH es que existimos, empiezan a interesarse por nosotros ante las problemáticas: en la sexualidad, en la identidad y en muchos otros temas. Después hemos entrado por una puerta angosta que es la salud pública para ir a otros planos económicos, sociales, políticos… Y, bueno, pues ya no somos convidados de piedra en la sociedad.
─ No había un programa para trabajadores sexuales masculinos y no para mujeres. Entonces no nos informaban, no recibíamos los preservativos. Entonces, cuando nos enfermábamos no nos querían atender porque éramos sinónimo de contagio, de peste, de todo.
─ Porque, además, en realidad, se puede partir de algo. Ellos vivían en la zona que hasta ahora sigue haciendo del Perú el segundo país a nivel mundial, tenemos el segundo puesto a nivel mundial de tuberculosis, y esa zona donde ellos vivían es precisamente donde está el más alto índice de tuberculosis en nuestro país. Entonces, eso es que tenemos. Desde allí, yo he ido con ellas al centro de salud para recibir sus medicinas, para tomar sus medicinas. No sé si sabes que cuando tú recibes tratamiento para tuberculosis debes ir todos los días a recibir tu medicina y tomarla frente a la enfermera, porque es la única forma de hacer y generar adherencia, pero, además, les dan mensualmente una bolsa de alimentación con lo más básico, quaker, un poco de leche… Entonces eso también ayuda bastante y genera... Ellas hacían eso bastante, pero no todas tenían tuberculosis, así que las que la tenían compartían con las que no tenían.
─ Bueno, estas circunstancias de enfermedad y muerte las pone en un shock al grupo y hay reacciones diferentes. Pero eso yo creo que depende más del grupo. Hay grupos que están muy dispersos, no están conectados, pero lo que une siempre a una acción es la travesti que libere y que tiene sentencia, si ella ─digamos─ aporta en el sentido de organizarlas para un objetivo, las cosas funcionan, si no, las cosas quedan ahí, no se asume ninguna respuesta frente a una emergencia de salud, o ante un hecho de muerte. He conocido en el grupo que frecuentaba a una chica que ahora está en Italia. Entonces, cuando había una situación ella las convocaba y, por ejemplo, si alguna estaba muy mal de salud reunía algunos fondos inmediatamente para trasladarla al hospital. Por ejemplo, una chica que sufrió de neumonía, pero en el hospital, realmente, no la atendían, la tuvieron, creo, como 24 horas sentada y ella estaba muy cansada, aburrida, desencajada y decidió regresar a su habitación. Cuando yo fui a verla, la vi que estaba empeorando. Pero ─digo─ si no la han atendido por qué la regresan. Ella estaba ofuscada. Volvimos a ingresarla. En emergencias no le dieron la atención debida y volvimos al consultorio. En el consultorio, nuevamente, hizo su trabajo el doctor y ordenó su hospitalización. Había que hacer seguimiento ─claro─ una parte está en ellas, pero como no están al tanto de los procedimientos administrativos se patean todo. Tú sabes lo que es la burocracia en todos los pequeños centros de salud…, entonces tú tiras la toalla fácilmente. Pero es cierto, se impactan, pero quedan un poco como aletargadas, no saben qué hacer. Tiene que haber una de ellas que es más resiliente y da la respuesta. Generalmente las travestis huyen de los problemas o lo niegan, ese es un tipo de pensamiento que se da en el grupo. Otras no, otras son muy aguerridas, son contestatarias. Tienen un problema y lo confrontan. Entonces, las que tienen actitud, es la que da ─digamos─ cierta solución a un problema que puede haber de salud o de muerte. En el caso de muerte, si hay una congoja del grupo, hacen recolección de fondos, incluso durante el velorio están vendiendo las polladas que han organizado para costear el entierro.
─ A veces, las organizaciones que entraron a trabajar con ellas… yo creí que a veces cuando entraron, sin hacerles entender muy bien a las chicas qué estaba pasando, porque ellas estaban intentando como.... insistir que ellas se hicieran la prueba del VIH, pero sin que las chicas se den cuenta de qué estaba pasando, porque era el primer momento de la pandemia en Lima. Era bien fuerte. Yo recuerdo que las chicas me dijeron: ¡Oye! Están regalando polos ¡Mira! Tenemos dos polos cada uno poque nos han sacado sangre para hacer una prueba. Yo decía: "¿Ustedes entienden bien lo que están haciendo?" Hay momentos que cuando no hay medicación, no hay cosas que ellos puedan hacer para ayudar, para qué querer saber tus datos de VIH si al final te van a llegar más prejuicios y más problemas, ¿para qué? Para mí era un poco bruto la manera en que las organizaciones entraron a trabajar con ellos.
─ Por empezaron a estudiárselos, como una especie de conejillos de indias para experimentos de ONGs que estudian medicamentos sobre todo por el VIH, como conejillos de indias y para los programas de salud que se fueron desarrollando para contacto con la propia comunidad. Como estaba la comunidad estaba proscrita, discriminada, entonces no había lazos entre el estado y esta comunidad. Los agentes de contacto fueron gais y lesbianas en esos proyectos, o sea, todavía nosotros no estábamos como parte social civil, sino como objetos de estudio, objetos de aplicación de prácticas de salud.
─ El VIH todavía no estaba..., no muy controlado sino que no estaba demasiado... Estaba un retroviral bastante fuerte, que recuerdo que había maricas... en ese tiempo no le llamaban Centro de salud, lo llamaban GAM, no sé porque, nunca entendí por qué las siglas, pero eran unas maricas que estaban infectadas o las travestis y se van estos espacios para recibir tratamiento que todavía estaba en experimentación. Incluso, hablando de algo mucho más anecdótico, tengo amigas, tengo una buena amiga, sobre todo, la Débora Samanta, que ella se ofrecía como conejo de experimento, como cobaya, para que experimentasen con ella los nuevos procesos retrovirales que se estaban creando. Y la marica sigue viviendo hasta ahora.
─ Inclusive, tenían allí un chico gay que les ponía la silicona, pero de la manera más empírica, como no te imaginas. Y, sabe Dios qué silicona sería. Yo vi unas infecciones terribles. Una cuestión que pasó con ellas es que fueron también diezmadas por la tuberculosis por la deficiencia de alimentación, porque para irse a trabajar en esas condiciones la única forma para ellas era drogarse. Al drogarte haces trabajo sexual, pero no comes. Y al no comer empiezas a debilitarte. Y ni hablar de las ETS. En algún momento hicimos campañas de prevención. Allí se sacaron altos índices de infecciones de transmisión sexual y ─bueno─ se dieron atención.
─ No había nadie, cómo era un producto no conocido en el Perú, nadie estaba capacitado para tratar un tema de siliconas. En el peor de los casos te abrían como abrir unas redes. Te abrían la pierna, te lo dejaban abierto, comenzaban a rascarte tejido de la piel, te dejaban deformada, a veces inválida y te cerraban la pierna y ya está. No existían procedimientos, no había capacitaciones para procedimientos quirúrgicos, ni para retirar silicona ni para inyectar silicona. No había conocimientos médicos. Hoy en día, los hay, pero en esa época no existían.
─ Las chicas fallecían una por una, porque ellas tenían en ese momento el nivel más alto de transmisión de VIH de todos los grupos de Lima, porque la mayoría había trabajado como trabajadores sexuales y porque también tenían muy pocos recursos para conseguir medicinas y no tenía un buen nivel de nutrición.
Con el VIH, pero también, básicamente, por una cosa horrible que pasó en una comisaría, siempre había habido problemas con la policía. Entonces, ella terminó muy herida por un balazo de un policía o algo así y después a los pocos meses falleció. Poco a poco, cada uno fueron falleciendo. Para mí era bien chocante. Eran personas con quien yo tenía mucha costumbre de pasar mucho tiempo con ellas. Entonces para mí era bien chocante y me quitó un poco las ganas de seguir trabajando con ellas porque claro, ya no podía, y ya no quería buscar un nuevo grupo de chicas. Para mí, el trabajo tenía mucho que ver con mi relación con las personas. Y después el padre Italo se regresó a Italia.... Era todo así bien como triste y difícil, entonces todo se quedó en eso…
─ Desde el 94, diez años de mi vida me he dedicado a trabajar en VIH-SIDA prevención, y he trabajado, precisamente, con comunidad de travestis, comunidad de personas privadas de su libertad. O sea, he estado en casi todos, no, en todos, los penales de Lima y en los principales de este país, y siempre con mi propia comunidad, hasta que enfermé. De ahí en adelante tuve que tomarme un descanso y luego volví. El descanso fue porque la tensión es muy fuerte, porque te habrás dado cuenta que lo de Lorena fue hace casi treinta años y sigue afectándonos. En el 2005, me afectó tanto que tuve una neuropatía y tuve que dejar de trabajar en VIH. Con bastante presión de mi familia que hizo que yo dejará de trabajar en todo eso, porque además tuve que tomarme un buen descanso hasta recuperarme, perdí el movimiento en medio lado de mi cuerpo. Mi compañera, en ese momento, obviamente, me cubrió, pero no fue tanto. Luego, ella misma se enfermó de cáncer y murió.
─ El sistema de salud no responde de manera inmediata porque la compañera no tiene DNI, porque nunca lo sacó, pues la votaron de nueve o diez años de su casa. Quizás, de alguna ciudad del interior del país tuvo que emigrar hacia el Lima, que es una constante la migración y empieza toda esa esa ruta de violencia tan temprana. Entonces, empiezan a vivir su vida desde los nueve, diez y once años y empiezan a desarrollar las etapas y quemando etapas de vida bastante temprano. Entonces, a los treinta o treinta y cinco años ya llegan muy adultas, muy cansadas, muy deterioradas físicamente, tanto por la exposición en la calle, por no tomar tratamiento, el alcohol, las drogas. A todo ello súmale el aceite de avión, el aceite Johnson, el aceite de cocina que se ponen para feminizar los cuerpos, porque hay todo un sistema de feminización para responder a la comercialización y consumo de los cuerpos trans en las calles. O sea, si no tienes las tetas grandes, si no tienes el 90-60-90 y la nariz perfecta, el cliente no va a consumir tu cuerpo, y si no consume tu cuerpo no comes, no pagas el departamento, no compras la coca y no ayudas a la pareja que tienes a tu lado como compañía. También hay una constante de soledad y apego a la violencia, que ellas denominan como pareja. Desde el feminismo, también, cómo podemos deconstruir todo este sistema de soledad y de respuesta a quien nos violenta, nos explota y vive de este sistema que alimenta el otro sistema patriarcal y de consumismo de cuerpos.
Entonces, cuando las compañeras llegan a una edad adulta de treinta y cinco, cuarenta, cuarta y cinco años, enferman de neoplasias, enferman de sida, enferman de tuberculosis, o simplemente quedan indigentes o regresan a sus casas y pierden la identidad de género. Se tienen que cortar el pelo y vestir con ropas masculinas para que puedan ser aceptadas y recibir un plato de comida, porque recuerda que los cuerpos no son comerciales toda la vida y toda una etapa para dar placer y sexo en calle y recibir dinero a cambio. Entonces, quienes logran sobrevivir al sida, a la violencia, a la exclusión y todo este sistema que recae sobre los cuerpos transfeminizados y llegan a los cuarenta años con mucho esfuerzo, tienen que enfrentar el otro esfuerzo de sobrevivir sin un trabajo, sin una ley de identidad de género, sin políticas públicas y es ahí donde yo digo que no es trabajo sexual. Porque si fuera trabajo sexual las compañeras terminarían con beneficios, terminarían con un seguro, pero vivimos en un sistema tan hipócrita que ha catalogado a la prostitución, a la explotación sexual, como trabajo sexual. Es trabajo cuando las compañeras terminen la opción de ser trabajadoras sexuales. Aunque yo apostaría porque tengan opciones a elegir, como ser putas, ser enfermeras, ser abogadas, ser amas de casa o elegir lo que ellas tengan. Pero mientras no haya una ley de identidad de género no vamos a tener ese abanico de posibilidades y solo vamos a estar arrinconadas a ese sistema de violencia, de explotación del cuerpo y de consumo del cuerpo que se hace en la calle de parte de estos tipos.
─ Parece que he estado muy feliz cuando he estado ahí tomando fotos, cuando había momentos si alguien había llegado de Italia o que fuera el cumpleaños de alguien y sabían que ibas a estar ahí tomando el momento. Sabían que estuve haciendo algo sobre el VIH, pero no sabían que era mucho más que eso. A veces me pasa que me pongo tanto a trabajar con un tema que para mí es no como una obsesión, pero es que tengo la idea de que tengo que seguir, y para ellos también era muy importante. Por ejemplo, con el proyecto que estuve haciendo sobre el VIH, había un policía con quien estuve trabajando, falleció después de eso. Estaba en el hospital y su mamá estaba ahí. En un momento le decía a su mamá: "¡oye! mamá, cuídate lo que haces que estás malogrando las fotos de Annie, no sabes lo importante que son estas fotos". Es una cosa que para mí igual que para ellos parecía importante que hiciera las fotos. A veces hablamos de lo que yo hacía con las fotos, pero a veces piensan que es una cosa que tuvimos que hacer juntos.
¿Cuál es la relación de los muertos con lo que todavía no ha sucedido? Con el futuro. Todo el futuro es la construcción en la que trabaja su imaginación. Ver a los muertos como las personas concretas que existieron tiende a oscurecer su naturaleza. Intentemos considerar a los vivos como podríamos suponer que lo hacen los muertos: colectivamente. La colectividad no solo sería de orden espacial, sino también temporal. Incluiría a todos los que han vivido y, por consiguiente, consideraríamos que los muertos también forman parte de ella. Los vivos piensan que los muertos son aquellos que han vivido, pero los muertos ya incluyen a los vivos en su gran colectividad.
─ Yo creo que muy pocas personas piensan en la muerte. Es un tema que lo sacamos de nuestro pensamiento cotidiano. Realmente, que realmente nos involucramos en él cuando hay una circunstancia que nos acerca al hecho de la muerte, si se produce la muerte de una compañera en ese momento nos llama la atención, pero es algo de lo que queremos salir. Nadie está preparado para aceptar la muerte. Pero ocurre. Cuando ocurre es que realmente estamos involucradas en esta situación y hacemos lo posible para para poder procesarlo. Es, ciertamente, en ese periodo que empezaron a desaparecer y a morir como moscas, porque realmente todavía no había un programa de salud acertadamente desarrollado para prevenir el VIH. Las chicas se fueron cayendo una tras otra. Había mucha angustia, mucho temor, y había también mucho negacionismo frente al sida. Yo creo ese negacionismo hizo mucho daño a la población travesti porque entraban al licor, a las drogas, como una forma de evadirse de la realidad, pero la realidad fue muy potente, muy presente. Yo creo que aquí ha habido un lento aprendizaje, sobre todo, desde los activistas gais que y lesbianas que empezaron a conectarlas y a darles charlas de prevención y entregarles los condones. Eso creo que fue una situación que las hizo pensar, efectivamente, que podían tener una barrera contra la muerte. Y esa desesperación para salir de esa angustia, de esa desesperación, se fue extendiendo entre las chicas.
─ Son procesos personales, de luto, también de cómo enfrentarse a la muerte. Tal vez le pierdes miedo a la muerte. Hay gente que no lo toma de esa forma. Igual tengo miedo a morir, pero ya le he perdido el miedo a eso. Hay mucha gente que no lo asume todavía, no sabe cómo trabajarlo. En los 90 yo vi morir a mucha gente querida, demasiada. Cada mes creo que se moría alguien, si no era tu amiga era una conocida de la discoteca, de la pollada o una peluquera o una prostituta. Todas estas muertes, toda esta vorágine de torbellinos, de muertes, de fallecimientos, de alguna manera también te va como desarrollado una especie de aviso. A veces, me siento como un corcho, como anestesiada. Sí tengo procesos de duelo. Pero, por ejemplo, demoro mucho en estallar emocionalmente. Me puede pasar algo muy fuerte y a los dos o tres días: acción-reacción. Y estas, justamente estas muertes tan violentas que he visto los 90 me han programado de esa manera. Entonces, hay mucha gente aquí, incluso. Por ejemplo, cuando falleció mi padre me prometí a mí misma que no iría nunca más a un velorio, ni siquiera al de Giuseppe, que Giuseppe falleció meses después que mi padre.
─ De los 80-70 sus expectativas de vida eran de veinticinco años, con mucho cuidado de treinta. Las de los 90 ya tenían más expectativas de vida, como de unos treinta y cinco años o así. Es asombroso cómo nosotros podíamos visionar llegar al futuro con veinticinco años siendo bonita, linda joven y luego escuchar tu nombre en un epitafio.
─ A la Gaby de Huacho, que es otra travesti de esas épocas, que recién ha fallecido, hará un par de años, la apuñalan y tuvimos que atenderla. Entonces dijeron: "¡ya! Ustedes van a hacer ya todo su chequeo, pero atiéndanme a Gaby, que tenía tamaño de tajo en la espalda".
Lorena muere en el 98, el 4 de septiembre, y su cumpleaños es en marzo. Lo recuerdo porque tengo el recuerdo de su misa. Mira, dice Emilio Coello, La Piurana, falleció el 4 de septiembre del 98, conmemorando el sexto mes de su sensible fallecimiento.
─ Recuerdo que cuando Eduardo cayó mal, se enclaustró. Su familia, absolutamente, cerró todas las vías de comunicación. Recuerdo que sí fui a su velorio y estaba divina de loca. El bicho no la había matado, no la había destrozado tanto. En el caso de Luisa, como era de provincias, su familia se la llevó a la provincia. Yo solo pude verla en el velorio y ver el ataúd.
En el caso de mi madre, sí tuve que acompañarla. Es tu madre y tienes que estar ahí. Recuerdo que íbamos al hospital. Primero era una clínica, que nos costó carísima. Luego al hospital, porque no se pudo pagar más ─y todo ese proceso de cuidarla, lavarla, tal y cual…─. Algo que me marcó muchísimo es verla en la morgue, en el mortuorio. Recuerdo que la vi tirada en esas mesas de metal, frías… Y me encargaron a mí contratar a la persona que la vistiera. Por fin te enfrentas cara a cara. También de crio que la querías tanto y que la ves ahí tirada, un cuerpo de inerte que te ha querido mucho y te ha dado la vida y te ha querido mucho. Yo creo que el callo emocional empezó a crearse ahí; el callo emocional, ¿no? La corteza... Luego cuando ya las compañeras iban cayendo muertas…
En el mundo marica y travesti, unas son como muy cuidadosas cuando caen en enfermedad o cuando están cerca de la muerte. Es como que se abstraen y se ocultan mucho. Es un poco difícil acceder a estas personas que han sido muy amigas tuyas, pero de pronto, este proceso mismo de atravesar el proceso de muerte, simplemente, las enclaustra y no quieren ver a nadie. Es normal. Yo también haría lo mismo, porque no quiero que nadie me vea destrozada, es normal.
Pero, fui a ver también a una amiga, que no era muy amiga mía. La fui a ver al Hospital Dos de Mayo, porque cayó supermal, esta, acompañada. Estaba superverde, se le había caído el pelo. Fui con una amiga y le llevamos algo de suero y componentes para controlar su malestar. Y la loca nos miró desde la cama y nos dijo: "ya veis, chicas, tenéis que portaros bien, si no vayan a acabar así". Era, de alguna manera, violento, gracioso y también parte de la vida.
─ Esta vez, cuando fui con Chunga, y ella me dijo: "tomemos una foto, porque necesitas una foto de este chico porque cree que dentro de unas semanas va a morir". Entonces, yo tomé las fotos, ahí con su chupete. Esos momentos cuando yo pienso: ¿tomo la foto o no? La Chunga me dice: “de verdad, toma la foto. Es importante".
Yo me acuerdo de una vez que había tomado una foto de un partido de vóley de un grupo de chicas de otro lado, no sé de dónde, pero las chicas que yo conocí en ese entonces era un equipo y había otro equipo. Era en la pista. En la pista habían escrito "¿quién gana? ¿quién no gana?" Entonces, había escrito uno, que eran las infectadas; y la otra, que eran las terminales. Un poco fuerte, ¿no?
─ Se puede haber dado en algún caso que estás mencionando, pero en el caso que yo he ido observando no había intervención de la familia porque las chicas estaban excluidas del medio familiar. Entonces no había oportunidad ni ocasión de que la familia interviniese o tomase decisiones sobre el cuerpo de las chicas. Alguna asumía en el Ministerio Público la responsabilidad para poder enterar el cuerpo, no necesariamente una familiar. Cuando no lo hay, hay una persona mayor de edad que asume esa responsabilidad. En otros casos, se hizo todo el trabajo y vino más bien el familiar, porque venía de la zona de la selva, tomó mucho tiempo para que llegara y llegó simplemente al crematorio. En eso se cremó la chica, para llevarse las cenizas. No hubo oportunidad de discutir sobre como iba a ser el entierro u otra disposición.
─ Yo no acepto la vida que tiene mi hermano como mujer, por qué tengo que quedarme con sus cosas, con sus pertenencias, por qué no las heredan a una organización trans o para que sirvan en casas de reposo para las personas trans.
─ Nos hemos reunido, hemos hecho muchas cosas, cuando una amiga moría hacíamos actividad apoyadas y nos apoyaba el padrito y la hermana Carmelita. Esas chicas que a veces no tenían una familia acá, y nosotras como se lo enterrábamos. Una comunidad muy bonita y la comunidad se llamaba La Virgencita de la Puerta, porque la virgencita estaba en la floral, la tenía la mami Rosa, en la puerta, y la mami murió, la hermana Rosa... Y la virgencita quedó desamparada y la pusieron en un cole... Ahí fue a parar la virgencita. Y en el colegio, no sé qué cosa pasó que querían darle a alguien para que lo lleve, y nosotros conocimos al señor Luciano también acá. Viste, en ese tiempo no éramos muy amigos. Y una amiga le habló a don Luciano, "Luciano tienes tu casa grande, para traer acá a la virgencita...". Y el señor Luciano sin más pensó. "Ya", dijo este señor. No me acuerdo que fue, fue hace unos cuantos añitos ya. Y el señor allá, se lo dieron al señor Luciano en ese tiempo a la virgencita y él se la trajo a su casa y ahora está linda, cayó, como dicen, en buenas manos. La tiene como una reina, como una reina divina.
─ ¿Cómo fue su entierro, lo podrías relatar?
─ Su entierro fue... Hay un cementerio en las afueras ─bueno, ahora ya no está a las afueras de Lima─ que se llama el Sauce. Es un cementerio supersencillo, es de los más económicos, pero allí las chicas consiguieron... Cuando alguien moría en la Virgen de la Puerta, obviamente no había plata. Vivían con el diario, entonces había dos cosas: la colecta y que alguien de Europa mande plata, que era lo que solía pasar. Mandaban plata y entonces… ¡listo! No mandaban mucho, pero entonces así se conseguía el cajón, el nicho y todas esas cosas. A Lorena le mandan esto y se la vela en el mismo sitio donde ella vivió. Yo he llegado a su cuarto cuando ella todavía estaba en la cama. Simplemente comencé a vestirla y ponerle lo que ella quería que le ponga (eso fue un broncón también). También, luego bajamos por esas escaleras que eran en pequeñísimas, se la puso en su cajón y todos se pusieron a tomar, ese era el quiz del asunto, que eran esos traguitos que decían cóctel de fantasía. No sé si alguna vez vieron unos cócteles ─yo no sé cómo uno de esos cóteles podían costar cuatro o cinco soles, pero bueno, las anisadas de la época…─. El día del entierro ellas me dijeron: vamos a llegar a las once de la mañana. Entonces, como te contaba, ese día yo esperé para entrar. Eso cementerio, en esa época, era un terrenal y, claro, estaban las tumbas superdesordenado, no tenía cuarteles ni nada. La municipalidad lo regenta pero sin ningún orden. Es más, pasaba una línea de transporte público por el medio del cementerio. Ni siquiera lo podían cerrar. Yo preocupada, porque eran más de las once y no llegaban, hasta que en eso llegan. Llega el carro donde está el cajón y llegan otras chicas en un micro, en una camionetita. El cajón era la locura. Yo abro la puerta porque estás estaban ya picadas ─las de fuera─. Y dentro estaba el cajón en medio y en este lado y en este lado dos travestis echadas al lado del cajón, borrachas, recontraborrachas, encima de las flores. Se han bajado como han podido. Yo miraba, nada más. Yo estaba con resaca porque había estado con ellas en la noche, hasta las nueve o diez. Estas chicas, pocas eran de mi tamaño ─yo mido metro y medio─. Todas estas chicas medían mucho más que yo y les digo: "¿Y ahora?". Claro, no había mucho dinero, entonces todas estas chicas tenían que agarrar y bajar el cajón.
Y les digo: "¡Chicas, se les va a caer!". Y ese cementerio es un terrenal y no tiene veredas. Ya te imaginas. Era la locura porque si ellas tuvieron que tenerlo en el hombro mientras yo tenía las manos así para poder alcanzar y poder ayudarles, porque estaba un poco más sana. Yo sentía que cada vez que ellas se iban a caer o se resbalaban. A veces caminaban y… pla, pla pla, para allá. Yo me moría de miedo de que se caiga o que pase algo. "No se va a caer", me decían. Yo no sabía si llorar o qué hacer, hasta que llegamos. Entonces había un espacio que decía: Virgen de la Puerta y había varias travestis enterradas, y fue ahí donde igual: "¡chicas, con cuidado, por favor! bajen el cajón con cuidado". "Ya hermanita, ya hermanita...". Y bajaron. Para meterlo, el huequito era casi exacto. No podían embocarla a la tía. Yo me pongo adelante y no podían. Empujo y se me sale la tapa, habían tapado el féretro. Y, entonces, ahora, y no entra. Yo no sabía lo que habían pagado y, claro, como ellas habían pagado, ¡pum! Jalé la tapa… y lo puse como sea y para adentro. Y ya vinieron y pusieron la lápida. Ponle su nombre, pero me vas a poner la piedra acá. Por ahí alguien dijo: “no, que por ahí no se va a ir…”. ¡Traguito de mujer! Ahí quedamos. Ese fue el entierro de Lorena.
─ Sí, como ellas muchas murieron y les cambiaron de nombre. Hoy en día nos cambian el nombre igual, porque no hay una ley de identidad de género que diga que cuando mueras te puedan enterrar con tu nombre. No existe. Hasta la fecha es así. Entonces no creas de que si yo mañana me muero en Perú me van a enterrar como Melania, no me van a enterrar como Melania. Yo me cambié de nombre acá y soy Melania Sánchez. Entonces no me van a enterrar como tal. No existe. No hay en Perú hasta la fecha. Entonces lo que tú me dices, hoy en día en la comunidad es igual. De repente, no profanen mi cuerpo. No lo sé, porque la gente ha cambiado. Pero de que sí me van a enterrar con otro nombre, sí. Yo tengo la seguridad, porque las leyes no cambiaron. Mientras no exista una ley de identidad de género, eso no va a cambiar. Y, cuando me entierren, si alguien se acuerda de mí y va a buscarme al cementerio, nunca me va a encontrar. Voy a ser borrada en la eternidad porque no me van a encontrar para dejarme la flor. Si yo estuviera viva sentiría vergüenza de mi memoria porque es indigno de que no se acepte tu identidad, tu imagen, que la destruyan y la borren de la memoria. Es peor que las muertes de las personas que mueren sin nombre, de los ene-ene, porque hasta a los ene-ene les ponen en el epitafio ene-ene, porque no saben quién ese. Pero a nosotras nos ponen un nombre que no nos representa, que nos ofende nuestra memoria y que borra nuestra memoria. Toda nuestra historia queda borrada. Eso no ha estado en el pasado. Eso está hasta la actualidad. Siempre ha sido así y va a ser así hasta la fecha.
─ Cada persona que se me iba en esa época, era como perder. Pero ahora sé que gané. Gané ser lo que soy. Gané haberla conocido ¡gracias! En realidad, gracias porque me habéis hecho recordar un montón de vainas, ¡gracias!. Aprendí mucho de ello.
─ ¿Piensas en ella?
─ ¡Gabi! Yo pienso en Gabi y en todo y yo les pido que me cuiden... Ya saben, ustedes ya están descansando en la gloria del Señor y acá cuídenme, que me vaya bien...
Cómo viven los vivos con los muertos. Mientras el capitalismo no deshumanizó la la sociedad todos los vivos deseaban alcanzar la experiencia de los muertos, era su futuro último, por sí mismos eran incompletos. Así, vivos y muertos, eran interdependientes siempre. Solo una forma tan peculiar de egoismo como la de hoy en día podía romper esa interdependencia y los resultados han sido desastrosos para los vivos, que ahora creen que los muertos son aquellos que han quedado eliminados.
Capítulo 2. En el nido de mi pecho "trava": deconstruir sistemas de soledad
─ Existe una relación confesional entre la Virgen María y las travestis peruanas y, a partir de ésta, una relación conceptual entre la Virgen y lo travesti, que transciende los tópicos católicos de unicidad, apariciones e idolatrías, con sus mensajes culturales y la pobreza. La Virgen como el travesti por excelencia, con su ajuar magnífico y sus apariciones performativas.
─ La línea histórica de la vida de las mujeres trans ha sido golpeada. Remontémonos un poco más de la década los 90. Cuando yo hablo de la línea histórica de las trans me gusta situarme antes de la llegada de los españoles, antes de la colonización y saqueo, porque es allí donde las mujeres trans tenían un lugar histórico dentro de la cultura, dentro de los pueblos.
No sé si habrás leído un texto de Martínez Compañón en donde dice: “y esos indios con rasgos mujeriles que ese encuentran dentro de los templos de las Vírgenes del Sol”. La historia nos menciona, y es cuando llega la colonización y el saqueo que escriben la historia desde una mirada europea, colonialista, patriarcal, en donde yo pienso que en esa línea de la historia estábamos presentes en lugares de tomas de decisiones, estábamos presentes en la cultura, en situaciones de poder, en la espiritualidad, como acompañantes de los guerreros, de las sacerdotisas...
Lo dicen los huacos mochicas también en los cerámicos que expresan el placer y sexualidades de hombres que tienen sexo con hombres, por ejemplo. Son la expresión cultural de que el sexo y el placer y otras identidades estaban incorporadas en la cultura del antiguo Perú; del Perú milenario que creía en los astros, en el sol y en la luna.
Esa violencia de sacarnos de la historia en las mujeres ocurre desde que se plantea o se escribe la historia desde una mirada machista, desde una mirada blanca, colonializadora, en donde el dios europeo viene a posicionarse de manera violenta contra las creencias.
Te invito a que veas, por ejemplo, la procesión de la Candelaria, en Puno, en donde un grupo de mujeres trans le bailan a la Candelaria. Entonces, cuando veo a las compañeras bailar e invertir miles de soles en sus trajes, yo veo a sacerdotisas ancestrales de los Andes que le bailan a la Pachamama, que le bailan a los apus, en agradecimiento a todo lo que pudieron conseguir en ese lapso de tiempo...En Otuzco... ¿Qué es lo que mueve a un grupo de mujeres trans a movilizarse, a adorar a la Virgen de la Puerta? Que es una alineación de alguna diosa de ese pueblo ancestral con la cultura europea.
─ Ya había una devoción por ella, porque la original, la Virgen de la Puerta original es de Otuzco, que está en la Serranía de Trujillo.
Al principio, las chicas travestis de los setenta, más o menos, iban a Trujillo, iban hasta Otuzco, hasta que, en los ochenta, alguien, no sé quién ─esa parte no la conozco─ trajo o generó una imagen. Esa sí que llega acá ─la Virgen de la Puerta─ o, a lo mejor, tal vez don Luciano lo hizo también. Habría que hablar con él. No sé de él hace años. Hasta hace unos cinco o seis años me llegaban las invitaciones con las jornadas de las actividades previas a la procesión.
─ Mis abuelos eran de la Hermandad del Señor de los Milagros y de la Virgen del Carmen también. Me acuerdo de que una amiga maricona era mayordomo de la virgencita. Acá, también cerca de mi casa están las Carmelitas. Entonces ellas celebraban la Virgen del Carmen, en julio siempre. Por esa cercanía me llegué a la virgencita y me acuerdo de que una vez le pedí con mucha fe como un milagro y me lo concedió. Desde entonces le tengo mucha, mucha, mucha, mucha fe a la Virgen. En realidad, a todos los santos.
En este punto te voy a decir algo que de repente te va a sonar un poco loco. Yo creo que existe, además, una divinidad femenina que la Iglesia ha puesto a la Virgen María. Existe una divinidad femenina que también mueve el mundo igual que la energía divina masculina. Esto no quiere decir que yo dejé de ser católica y romana, sino que es una parte mística de mi experiencia personal que he sentido. De repente soy muy sensible a ese tipo de experiencias y es así como lo siento.
─ En esa época toda la gente era religiosa. Entonces, ellos, como cualquiera, eran muy religiosos, y ellas eran muy religiosas. Creo que no encontraban ese choque que podemos ver ahora entre la religión y el tema de la transfobia, que están muy unidas. Creo que, en esa época, el tema de la religión, no supe o no vi que la discriminasen a ella por eso, que los religiosos la discriminasen...
También te digo que mi tía no salía mucho. Entonces, como ella no salía, tampoco es que haya tenido de repente muchos enfrentamientos. No estaba en un grupo de rezo tampoco. Yo creo que la gente mayor es muy religiosa. De sesenta para arriba no hay mucho tampoco ese cuestionamiento a la Iglesia, y ella tampoco lo tenía. Entonces, simplemente era devota.
También creo que, por el hecho de la solidaridad ─porque lo que ella me mandaba siempre era eso de la solidaridad─ y que Jesús es amor. Entonces, no habría por qué estar mal de que ella ame. De que ella ame antes de transitar y después de transitar también. Que lo importante es el amor, que lo importante no es el físico sino lo que llevas dentro. Es el mensaje que me imagino en ella, porque le ayudaba también a entenderse a ella, no como una pecadora o como algo que esté haciendo mal. Creo que es un mensaje religioso ─digamos─ que podría ser positivo y que ella lo usaba para entenderse también, y que le funcionaba, y por eso también seguía siendo tan devota.
─ Solamente creo en Dios, pero sin intermediarios. ¿Qué necesidad tienes de un intermediario? Pides a Dios directamente. Yo he ido a la Virgen de Chapi. Me dice mi amiga: ¡Vamos Maricielo! ─pero qué necesidad tengo si yo no creo en eso, me decía─. Pero qué vas a hacer. Como el que hace turismo fui a la Virgen de Chapi. En un agua helada me bañé. Los acompañé.
Si tú o alguien conocido me invita a una misa de fallecimiento o de salud, yo voy a la iglesia, pero no porque crea en el santo que está parado frente a mí o en lo que me va a decir el cura, sino que yo voy por solidaridad con la persona que me invitó. Si esa es su creencia y mi presencia le alivia un poco, ahí estoy yo para apoyar.
─ Yo no tenía la menor idea de una participación política ni fuerza para… ─tampoco hablábamos de derechos humanos ni nada por el estilo─, pero sí, individualmente, ya estando yo en este barrio de las últimas cuadras de la Avenida de México, había toda una comunidad ahí de cuarenta o cincuenta travestis que vivían en esa zona. Todas salían a las seis de la tarde, se transformaban y se iban a las Begoñas, que es el centro preferido para prostituirse y para hacer los famosos “chichis”.
Había mucha angustia por parte de la población y lograron este encuentro con este grupo laico-cristiano de la Virgen de la Puerta. Entonces, hacían reuniones en algún salón de belleza. Lograron congregar a mucha gente. Era una corriente de cristianismo del amor, del perdón, de integración; al contrario de esas corrientes religiosas que todo lo ve castigo, infierno, pecado, culpa… Se congregaba un grupo numeroso de gente, y yo también llegué.
El problema es que yo ya dejé de ser creyente ─porque yo me crie en una familia cristiana, católica, apostólica─ pero yo ya dejé ese lugar de referencia y de seguridad, y me abrí de la religión y empecé a ir por otro tipo de pensamientos y de referentes.
Entonces, la idea era formar un grupo de reflexión, pero no desde lo confesional, sino más desde el humanismo, quizás. Pero desarrollar un grupo así es bien complicado, porque la gente tiene un sentimiento, en general la población y, los travestis en particular, el sentimiento de culpa es muy fuerte. Entonces, están muy ligados a la religión.
─ El padre Ítalo era uno de los únicos padres de por ahí aceptaban a las chicas sin problemas y, entonces, él colaboraba mucho con ellas. Estaba ahí esta unión, mano con mano. Las chicas con su maquillaje medio hecho, porque estaban listas para ir a trabajar. Era un tipo bien lindo. Y estaban allí con ellas en un círculo rezando. Es uno de esos momentos que nunca voy a olvidar. Siempre me hacía sentir bien el que ellos tenían alguien para acompañarlas. Yo no soy religiosa, pero sé que para ellos era muy importante.
─ Yo llegué hace como treinta años. Conocía a muchas amigas como la Piurana, la Sonia, todas de ese grupo, y al Felipe; como cincuenta amigas. Los años pasan. También iban a la comunidad Virgen de la Puerta, y nos reuníamos con el padrito y la hermana Carmela. Un hermano, un padre, como si fuera mi papá, mi mamá… de todas nosotras, porque nos buscaba, nos enseñaba, nos daba talleres. Nunca me he ido. Era como si estuviéramos en el paraíso y aprendí muchas cosas, muchas cosas bonitas de esos padres. Lo recuerdo, y he aprendido mucho, porque ahora llevo una vida tranquila, gracias a Dios, porque también soy bien católica y le pido a Dios para todo el mundo. Y, además, con esta enfermedad que tengo, tengo que rezar bastante, tengo que orar bastante por toda esa gente que sufre, que cada día muere porque están infectados. Tenemos que rezar mucho para que pase esto, y tiene que pasar.
─ En ese momento había congregaciones más progresistas, como la del Buen Pastor. No estoy segura si este Ítalo era algún pastor. Yo creo que sí porque estaba con dos o tres laicas comprometidas que siempre llegaban. Había una cojita, una chica que presumo había tenido polio, porque que tenía esos hierritos. Siempre llegaba ella ─la hermana no sé cuánto─ y estaban allí, en torno a esto, en torno a este espacio. Por eso te contaba ayer que, luego, en la congregación del Buen Pastor comenzó a trabajar con niños viviendo con sida, con mujeres con sida, pero, cuando quisieron trabajar con travestis viviendo con sida, ahí le cortaron todo. Del padre Ítalo dijeron que estaba en Italia, yo no sé. Me encantaría saber de él.
─ Siempre me he opuesto a todo tipo de fundamentalismos, especialmente del Opus Dei y de otras congregaciones que son bastante oscuras. Pero, hay una parte de la Iglesia que es progresista también y que tiene otra visión.
─ Entonces mi hermana tenía esto de que te aceptaban cuando eras gay, y mi mamá también, pero ahora yo estaba en la disyuntiva de que al aceptarme a mí como mujer le fallaban a Dios. Entonces, hasta el día de hoy, ¡hasta el día de hoy!
Mi hermana me ve en el Facebook toda despampanante, una belleza, semidesnuda, pero cada vez que voy iba camuflada. Hasta que le dije una vez: mira, yo estoy cansada de estar camuflada. Y me dijo, mira, mis hijos todavía son pequeños y no están en edad de entender, y no vayan a tomarlo de la peor manera, y yo no quiero que te odien, porque tú eres el único familiar que tienes por parte de mí y yo no quiero eso. Yo te quiero a ti demasiado. No quiero que te lastime nadie, pero tenemos que entender. Primero me molestaba, pero después… ─bueno─ es un proceso. Ya ellos decidirán el día que lo entiendan.
─ Al frente de la Virgen de la Puerta había una iglesia, bueno está ahora, se llama la Iglesia de Santa Sofía, y ahí bautizaban. El cura de ahí tampoco les hacía ningún problema. Si la madrina era travesti… y ¿qué? Era travesti. No se hacía ningún problema. Yo me acuerdo de que, en algún momento, ese cura, que fue Ítalo, bendijo mis anillos. Eso fue en el 97. Entonces había todo esto, no había prejuicios.
─ Yo soy bien católica, muy religiosa, desde muy chico. Yo estudié el catecismo. Yo soy de Jesús, María y mi familia. En San José hice mi primera comunión. Estudié catecismo en San José, ahora participo en la Virgen de la Puerta, en los rosarios. También participo en San Judas Tadeo, me voy a la iglesia, soy muy católica. Varias chicas acabaron en la Virgen de la Puerta, años. La religión me ha traído muchas cosas, la he pedido tanto… También he tenido errores. Yo muero con mi religión, soy muy católica, voy a mi novena de mi virgencita. Jamás abandonaré a Dios.
─ Nuevo días antes de la fiesta de la Virgen de la Puerta comienza la novena. Era lo interesante. La novena era que cada grupo de la gente que vivía en esa zona tenía un día para la oración y, obviamente, las travestis tenían su día, de la misma manera que el día de la procesión de la Virgen de la Puerta las travestis tenían su estación. O sea, la Virgen de la Puerta, que era llevada en procesión por la zona, también paraba, precisamente en la famosa peluquería de Candy. Ahí tenía su estación y era cargada por las travestis. Nadie cuestionaba esto. Estaban ya inmersas dentro de la sociedad. Es por eso por lo que yo te hablo de que eso era recontrasuperpolítico. Además, ahí ya te muestras tal cual y tienes tu propio espacio.
─ Esta creatividad, este liderazgo innato, esta cuestión de unión con tu tierra y de salir adelante y de verle el lado positivo.
Lorena siempre veía el lado positivo. Puede ser que no tenga para comer, pero si veía a alguien que necesitaba comer generaba lo necesario con trabajo para que comiera ella y comiera esa persona. Era siempre buscar. No sentarte a esperar, algo que ocurre ahora. Ahora ha ocurrido mucho con la comunidad. Ahora están como esperando a que les den. “Es que estamos afectados”, “es que somos población vulnerable”. Sí, puede ser, pero, somos población en condiciones de vulnerabilidad, y, desde ahí podemos cambiar cosas. Podemos cambiar esas cosas que nos hacen vulnerables. Ellas lo hacían y generaban esa comunidad.
Es esta cuestión, que hasta ahora yo no veo una comunidad como ellas. Una comunidad a partir del trabajo sexual, a partir de lo que quieran. Tenían sus pros y sus contras, porque también negociaban. Se negociaban entre Dios y prostituirse. Negociaban entre ser ellas travestis y lo que Dios decía. Esa es la negociación del ¡ok! soy lo que soy, yo soy travesti, pero creo en Dios, y sé que estoy pecando. Había esta negociación y no se hacían faltas, no se hacían problemas. Ahora o te vas a un lado o te vas al otro, y terminas peleándote. En cambio, en ese momento, por eso era que a mí me gustaba. No había tanto cuchillo que te diera. Había una homofobia. Había una transfobia, pero era diferente. Había más herramientas desde otro lado, no sé si más humanas y menos pensadas, más de corazón, pero ahí las cosas van cambiando.
La maternidad no es un conjunto de patrones de comportamientos naturales o aprendidos, sino una experiencia libidinal sostenida por un deseo.
─ Yo creo que, principalmente, ellas ponen su vida, también. Primero es entender de que su vida es importante, y, frente al miedo, el miedo a perder el trabajo y a perder a la familia, ellas ponen a su vida por delante y deciden, primero, cuidarse ellas mismas. Ese amor que necesitan ellas mismas para ser quienes son, creo que también se ve reflejado en el amor que muestran hacia los demás, porque, por ejemplo, cuando yo veía a la Veneno, ella tenía como una ternura un poco especial. Ella era una mujer madura, pero tenía una ternura como de una niña, que yo veía mucho también en mi tía.
Mi tía también era como muy dulce, muy tierna, siempre con cariño, siempre tratar con cariño. Nunca la he visto molesta, nunca la he visto renegando, por ejemplo. Nunca la visto que haya dicho no, de algo. Siempre ella ha atendido a las personas, a sus amigos y a su familia con mucha ternura, amor y cuidado.
Yo me imagino que lo hacen con el mismo cuidado y cariño, que a ellas también les hubiera gustado tener. Yo me imagino que han sufrido tanto, las han maltratado tanto que ellas no harían eso a nadie, porque lo han sentido en carne propia. Aprenden muy bien a ser personas como cuidadosas, dadoras. También creo que, al no tener hijos ─varias mujeres trans no tienen hijos─ como son mujeres también, y tienen este rol de género, maternan a diferentes personas: a sus hermanas, a sus sobrinos, o cuidan también más a sus papás, a sus mamás. Incluso como el caso de mi tía, a los hijos de su exesposo, que eran también como sus hijos.
Este cuidado maternal que tienen ellas, también es parte de los cuidados que tenemos las mujeres en general, que aprendemos a tener las mujeres, que también nos inculcan y que también es parte de nuestro rol, pero que también sabemos nosotros hacer y que felizmente lo que sabemos hacer es cuidar a las personas. Ellas también lo tienen. Entonces, no tienen hijos biológicos, pero el aspecto del cuidado lo tienen de todas formas. Buscan dónde desarrollarlo y ejercerlo.
─ Eso era todo un barrio, un arenal ─bueno, un cerro, porque yo vivo en Villa María. No es un arenal, es un cerro.
Cómo comenzó todo fue porque yo estuve siempre bajo la tutela de mi abuela. Mi mamá vivía conmigo, siempre ha vivido conmigo, pero ella siempre se encargaba siempre de trabajar, trabajar y trabajar.
Cuando yo tenía, más o menos, ocho años, nació mi primera hermana, y mi mamá no tenía tiempo tampoco para cuidarla. Encima, la pareja de ella era un hombre que tenía adicciones, estaba en la droga. Era un hombre que tenía sus vicios, y era una persona que tenía con mi mamá una relación tóxica o rara, porque, si bien parecía que se querían, pero él no podía dejar la droga. No había una forma de que él pasara, por ejemplo, una semana entera en la casa, porque, de una semana salía las dos noches o algo así, y no había quien viera a mis hermanas. Entonces yo era independiente, ya que siempre traté de ser independiente porque no tenía eso que te dan tus viejos, que siempre están detrás de ti.
A mí me criaron independiente. Mi abuelita me enseñó a hacer mis cosas desde muy chiquita. Yo lavaba mi ropa, lavaba los servicios, ayudaba en la casa, aparte de que me encargaba de mis tareas. Fue ahí cuando comencé a ayudar con el cuidado de mi hermanita.
─ La Gabi fue la mami de mami. Realmente fue una matriarca mucho mayor. Yo creo que ella tenía sentido de la vida y de la perdición. Eso le permitía cobijar y hospedar a las menores. Tenía un bonito carácter a mi modo de ver. No era conflictiva, sino lo contrario. Era receptiva, colaboradora. Ella trabajaba antes en salones de belleza, me parece. Entonces, lo que hacía era acogerlas, hospedarlas; claro, que las chicas la retribuían porque ellas salían a trabajar. La Gabi se encargaba de cuidarlas, de orientarlas, de protegerlas, aconsejarlas, asistirlas en tantas situaciones, y colaboraba en la vida de cada una de ellas, y de muchas.
Finalmente, muchas empezaron a emigrar. Fue como una tendencia. Empezaron a emigrar a España, a Italia, a Francia...
Muchas que entraron como patitos feos, salieron de las manos de Gabi como hermosos cisnes. Finalmente, fueron al viejo mundo a hacer dinero, pero el dinero no tiene sentido si no lo empleas en algo. Muchas han sido muy agradecidas. Muchas organizaban el cumpleaños de la Gabi. Entonces, los cumpleaños de la Gabi eran unos fiestones, donde desfilaban las europeas. Venían las europeas con sus ahorros y gastaban a manos llenas, pero eso lo permitió el carácter que tenía la Gabi.
─ En el Perú ha habido muchas personas trans que han ayudado a otras trans, que era lo común. En el lenguaje trans, nosotras decíamos que teníamos una madre. Gabi era una madre de muchas trans a las que ayudaba. Así, como Gabi, había otras más.
En Lima, la mami de la mayoría de las chicas trans famosas, conocidas y por conocer, no era Gabi, era otra, era la Cali de Barranca, que justo era de mi ciudad, de Chimbote. Cuando su familia la rechazó y la trató mal y la discriminó ─ella vivía a espaldas de mi casa─ , se fue a vivir, se fue a refugiar a Barranca. Allí creció, se desarrolló como trans, se hizo peluquera, luego tuvo una peluquería en Lima, en la Avenida Dos de Mayo. Era muy buena peluquera. Ella es la que organizó el primer Miss Gay y Miss Trans en Lima. Ella conoce a la mayoría de las mujeres trans que sobrevivieron y se fueron a vivir a Europa, y tienen más de cincuenta años y son guapísimas. La mayoría son amigas de ella. Las que tienen hasta cuarenta, por allí, la han conocido. Ella ya murió hace veinte años, más o menos. Gabi de Barranca, ella es una mami de muchas mamis trans.
─ Lo que pasa es que, como tenían lo que era la peluquería de Candy, las chicas llegaban, llegaban solitas. Llegaban con su bolsita o un maletincito, y eran menores. Eran súper jóvenes. Yo no sé si serían menores de edad, pero tenían carita de niñas, y buscaban albergue. Entonces les daban: quédate acá o ándate para allá… Había edificios enteros en los cuales vivían travestis. Y les decían: quédate acá, come algo… Y, de ahí, les decían, ¿qué van a hacer? Ellas solo conocían sus formas de vivir y sus formas de generar vida y de sobrevivir. Por eso es por lo que luego les enseñaban el trabajo sexual. Pero, sí había las madres. Ahora todavía hay gente que le dice a otra: ¡oye madre! Pero, claro, ya no es la misma situación, pero en ese momento eran mamás. Es más, en algunos espacios había trans que adoptaban cuando las mamás heteros dejaban a sus niños, las trans los recogían y los adoptaban y los han criado. Hay chicos y chicas criados por chicas trans, y ahora señoras trans ─señoras, por la edad─, y que les dicen mamá, porque han sido criados así.
─ Sí, ha sido parecido aquí. Gabi también ha criado a una chica que llegó muy jovencita. Acá la ha tenido, la ha criado, era como una hija. Así, como nosotras nunca hemos podido tener hijos verdaderos de nosotras, pero veíamos a un niño como si fuera nuestro hijo, y lo criábamos y le dábamos amor, cariño, como Gabi. Varias amigas le daban a la criatura cariño, besos, amor, "¿hola, amor, tú hija dónde está?" "en el extranjero". Gabi ha hecho todo para que se vaya, ahora tiene su buena casa y está bien. Como varias amigas que les han dado niños y ya están grandes y estaban bien y lo agradecen bastante. Es como una nana que tú tienes que te cría, te va y te lleva, pero tú nunca vas a olvidar, ni a tu mamá y tú papá porque han sido buenas personas, con todo el respeto, y que han cumplido su trabajo. Las personas que hoy ya están grandes lo recuerdan bastante. Yo también he criado y me recuerdan bastante, con todo el cariño con todo el respeto. Nosotras los hemos criado como si fuera nuestro hijo. Así los hemos criado.
─ Fuimos creciendo. Mi mamá también, después, cuando yo ya tenía doce años tuvo a una segunda hija, que es mi hermana menor. Ya, con ella me tuve que encargar yo, porque ella estaba en primero de secundaria y ya era grande, yo soy alta. No había terminado de madurar, entonces, y tuve que madurar y me tuve que hacer cargo de mi hermana. Entonces, yo todos los días era estar con ella, con la menor y con la otra, aunque la otra ya estaba más grandecita, de todas maneras, era una niña. Yo tenía que verlas a las dos, pero feliz yo de estar con ellas. Mi abuelita también trabajaba, todo el mundo hacía sus cosas, mi mamá también. Y, ya, pues, yo tenía que encargarme de mi hermanita ─de mis dos hermanas─.
─ Lo que era interesante de la comunidad de este barrio es que era tan pobre y marginado que no había más marginación entre las personas de la comunidad que no eran trans y de la comunidad trans. Entonces, era una comunidad que todo estaba muy metido en lo de la Virgen de la Puerta, que todo el mundo tenía mucha fe. Los travestis eran parte del grupo. Para mí, lo que era muy interesante era que las madres del barrio salieran todos los días a trabajar dejando a sus niños con las trans para cuidarlos. Muchas de las chicas de la comunidad trans tenían un hijo, como un hijo que estaba con ellas todos los días. Después en la noche los regresaban con sus madres.
Ella cuidaba a Alejandro durante el día. Entonces, Alejandro muchas veces le decía mamá, porque casi cada día estaba con Lorena. Yo me acuerdo una vez que ─aunque más o menos podía ubicarme en el barrio─ fuimos a un lugar, así como un cerro, detrás de donde vivían ellos, que solamente había un pasadizo muy estrecho para caminar, y fui con Lorena y Alejandro. Las dos, Lorena y yo teníamos cada una la mano de Alejandro, y estuvimos caminando. Fue muy gracioso, porque después cuando fui a explicar a alguien dónde había ido me dijo: ¿cómo puedes ir ahí? Es el lugar más peligroso. Era uno de estos momentos que no puedes olvidar, caminando por la calle por uno de los lugares, según ellos, supuestamente más peligrosos, con Lorena y su hijo.
─ Ahora soy la cuidadora de mi abuela y, además de ella tengo a mi tío, el hermano de mi mamá, que es un hombre que tiene párkinson.
Cuando fui haciéndome mayor, también adopté a mis hijitas, que son de lo peor, que son terribles. Cada una tiene sus cosas, pero siempre me llaman, me dicen: madre, ¿cómo estás? ¿qué tal? También trato de apoyarlas en todo. Cada una tiene sus problemas psicológicos, económicos, de salud… No sé, la verdad, cómo me alcanza el tiempo, pero trato de estar en todo.
Veo que hay muchas mujeres, por ejemplo, mi abuela. Ella recibe su pensión de viudez, pero ella toda la vida trabajó en la casa y en la calle, y, sin embargo, eso no está reconocido por el Estado. Nosotras, las mujeres trans, que ayudamos con los cuidados de la casa, con los cuidados de nuestras hermanas y mis sobrinos, a veces de nuestros vecinos, tampoco nunca tendremos un reconocimiento por eso. Inclusive, nosotras, aparte de todo lo que hacemos en la casa, muchas de nosotras tenemos que salir a trabajar en la calle y exponernos a golpes, a maltrato. Digamos que, en este momento, del 90% de abusos ha bajado a un 60% o 50%, pero todavía el machismo, la transfobia y la homofobia se mantiene, no es una cosa que se haya radicado. No es una cosa que ya no exista.
“Quiero acordarme de todas,
tener todo este otoño para arrinconarlas,
en el nido de mi pecho trava,
que les hará la cuna que les fue negada”
─ Una de las cosas más importantes que he hecho en mi vida es que sacaba a los clientes de Lorena, porque después de esta foto, me dice: “oye, que ya no voy a hacer eso, que no me gusta viéndome hacer una cosa así”. Es gracioso porque el chico de la foto es la pareja de mi amiga, que siempre venía conmigo para cuidarme, pero, como era guapo, todas las chicas estaban siempre muy feliz cuando él venía conmigo. Entonces, yo, al final me di cuenta de que la mejor manera para meterme bien entre ellas tenía que buscar guardaespaldas, siempre guapos. Intentaba siempre ir con chicos más o menos así, si no, no funcionaba.
Una vez, Pedro y yo, fuimos con Chunga al norte, a Trujillo, a la Virgen de la Puerta, porque la Virgen de la Puerta estaba en Trujillo, en el norte. Entonces, yo salí en un autobús con seis de la comunidad trans de esta región para ir a Trujillo. Ellos intentaron ir a ver a la Virgen de verdad. Era justo en esta fiesta cuando yo al final me di cuenta de lo que estaba pasando, que los chicos de la comunidad tenían otra chica por la noche. Para mí era como una foto muy importante, como: ¡estoy empezando a entender esta comunidad un poco!
─ Bailamos lambadas, bailamos toadas y nos sentíamos bien. Nos sentíamos contentas, realizadas, porque teníamos un espacio para nosotras. Una música que a nosotras nos hacía sentirnos femeninas, que se adaptaba a nuestra historia de desamor de todos los días. De repente, alguien que te gustaba, por el día ni te hablaba o te miraba de miedo y por la noche te decía: oye tesoro, mamá que no te pude hablar, hay que vernos, vamos a bailar, y era lindo.
─ Había tanto prejuicio, tanta imaginación por todo, a toda la población. Ellos, como siempre, tomaron a todas las chicas como parte del grupo también. Yo me acuerdo una vez que estuve en una fiesta por la noche, había una pollada para ganar fondos para alguien que estaba mal. Lo interesante es que, a las seis, a las siete, cuando llegué, toda la comunidad cuando avanzaba la noche, las chicas/chicas empezaban a regresar a sus casas y sus parejas se quedaban allí. Muchos de ellos también tenían una pareja travesti. Con muchos más chelas encima ya tenían una segunda pareja que era trans. Para muchos era visto como normal, para mí era como ¡guau! Más interesante que otra cosa. Bien raro, como en Inglaterra que hay un momento a las nueve de la noche, que se llama Watershed, cuando cambia el tema de los programas de la tele, que hasta las nueve no puedes mostrar el sexo o lenguaje muy fuerte o violencia. Los niños deberían irse a la cama a las nueve, y después a las nueve no hay problema. Era un poco como eso, llegan las diez de la noche y las chicas se iban a sus casas y luego ya empezaba el fun. Era bien raro.
─ Había una confluencia, creo que es algo ya clásico, el encuentro entre soldados y travestis. No solamente se iban con travestis, sino también con gais. Eran los espacios de encuentro, aunque en las cantinas era como mucho más popular. Me parece que las discos eran como más de clase media, de gente más refinada. Había también una diferenciación de clases. En la cantina había un encuentro de estos dos sectores. Era un espacio en el que se podía exhibir cierto poder. Había gente que trabajaba, tenía unos ingresos e invitaban a la gente. Tomaban una mesa e invitaban a otras compañeras, por supuesto, invitaban a los soldados de su preferencia. Iban a soltar dinero, a pagar el alcohol, no solamente a los soldados sino también a otros chicos que venían a ese espacio a gozar, a tomar un trago, a pasar un momento.
─ También el mundo de los soldados y los cachacos, las discotecas de travestis en el centro de Lima siempre estaban repletas de soldados. Siempre era lo típico ver a una travesti con dos o tres soldados bailando o en una mesa o ligando. Era lo típico, lo normal. ¡Ah! Voy a coger un cachaquito, y se iban a cualquier lado a buscar uno.
─ Además, el hecho de poder desplegar todo su erotismo el travesti en el cine bajo el amparo de la oscuridad, porque ahí era el lugar donde podrían transformarse. Entraban como gais buses, se transformaban y hacían el encanto y la imaginación que quería el cliente.
─ Yo empecé a ir al No Helden cuando ya estaba en decadencia, creo que era el 92. Había batidas en Lima. Había muchas batidas, no solamente en las calles, sino también en las discotecas gais. Llegaban los militares, los coches de policías y se llevaban a todas, y era muy violento porque nos llevaban a cuarenta, a cincuenta o a cien personas mariconas a las comisarias, y algunas nos soltaban y a otras las obligaban a hacerse la prueba del VIH. Era súper violento eso.
Alguna vez me pillaron a mí y a muchas en una discoteca súper cutre en el centro de Lima y nos llevaron al Sexto, en Alfonso Ugarte. Esta anécdota no me supo mal porque fue como una fiesta. Éramos como ochenta maricones dentro del patio de la comisaria, cagándonos de risa, bailando y chivateando, y los policías no lo soportaban. Nos mandaban callar, pero éramos muchos más que ellos, y nos soltaron. Simplemente nos tomaron los datos y nos dejaron ir. Pero luego me enteré de que estaban haciendo eso, haciéndote la prueba de VIH sin tu consentimiento. Eso es bastante asqueroso de parte de la policía.
La anécdota que te conté. En el noventa, en la época que todavía había terrorismo. Había batidas, y estábamos la Giuseppe y yo en la puerta del Helden, como siempre, a ver si ligábamos algo, en la puerta, y pasó uno de estos jeeps con soldados, eran cuatro, y lo típico: ¡a ver! ¡papeles! Y no tenía mi DNI y la Giuseppe tampoco y nos llevaron.
¡Arriba! ¡Suban!
Pero, ¿y por qué? No hemos hecho nada.
Suban, por no tener papeles.
Nos subimos a jeep y nos llevaron al campo de Marte. Dos se llevaron a Giuseppe y dos me llevaron a mí. Y tuvimos que pagarles favores sexuales para que nos dejasen en paz. La Giuseppe se reía muchísimo, y yo estaba que me cagaba de miedo. La Giuseppe se reía un montón, y la dije: "Hija de puta, tú ya has pasado por esto, ¿no?"
─ Realmente las que están en el negocio son activas y pasivas. Ese es el tema, ese es el negocio. Mayormente, si son activas son muy requeridas. Incluso yo he tenido la ocasión de ver que iban hombres con toda la imagen de ejecutivo por la vía pública y te hacían montar con una travesti, si no con una con otra. La otra veía, se entusiasmaba y desfilaba, una tras otra, por puro placer. Y eso se fue aceptando.
─ Yo he tenido pocos novios, amantes a saco, pero novios he tenido muy pocos. Pero es que también el machismo en Latinoamérica es demasiado violento. No violento en el sentido físico, sino en el sentido emocional. Te deja heridas muy fuertes, muy duras. Si vienes como predispuesta a estar con una coraza emocional, afectiva y, de pronto, pasa algo inusitado y encuentras...
Lo que pasa es que, con las travestis, con las trans, nuestros cuerpos son demasiado sexualizados, demasiado fetichizados. Somos objetos de un deseo morboso. En ese deseo del otro hacia nosotras hay una especie, simplemente de morbo, de placer sexual. Hay poetas travestis jóvenes que están escribiendo sobre esta desafectividad travesti, de ese amor que no se ha conseguido, porque estamos expulsadas fuera del tema heterosexual se nos niega desde la economía, desde la salud, desde la ciudadanía y, sobre todo, el afecto.
─ Todas las chicas queríamos que el novio nos dure para toda la vida. A veces nos enamoramos bien y, a veces, estamos cuatro años, un año, cinco años… Era costumbre una pareja. A veces nos enamoramos, pero, desgraciadamente para nosotras era imposible dar hijos, formar un hogar como ellos quieren. Yo he tenido una pareja ocho años, hasta quince años con una parejita, ─sin mentirte─. Sufrí bastante. Ellos quieren tener su hogar y sus hijos. Yo en la vida me voy a poner a discutir con una mujer. No puedo. Prefiero sufrir y que él que sea feliz. Yo lo que quiero es que ese hombre sea feliz, y que sea feliz con una mujer. Nunca me han dejado a mí con una igual que yo. Se han ido con una mujer, su pareja. Han formado su hogar. Como todas las chicas hemos pasado. Algunas chicas ahora siguen con sus parejas veinte años ─bien por ellas─. Nosotras queremos una pareja para toda la vida, como toda pareja.
─ Cómo amamos, nosotras. Cómo queremos que el otro nos quiera de alguna manera, que obviamente no va a ser heterosexual. De alguna manera, ese tío que se atreve a meterse contigo, ya no para un simple polvo, sino para desarrollar una afectividad, se está comiendo el marrón de deconstruirse ─de alguna manera─. Eso me parece potentísimo también. Estamos estamos súper solas. No solamente nosotras las travestis, lo LGTBI, lo heterosexual también. Entonces hay un fallo por todos los lados.
─ Incluso, tampoco podía hablar bien, porque no controlaba mi respiración. Siempre que, si hablaba un poco más, me ponía afónica porque forzaba mis cuerdas vocales. Me empecé a preguntar por qué me ponía afónica, por qué no puedo hablar, por qué la gente no me entiende, por qué no me escucha. Hay muchas cosas que he somatizado a raíz de la violencia sexual de cuando era niño, porque yo he tenido experiencias a partir de los cuatro años, pero no tanto por el tema del abuso sexual, sino por la reacción de mis padres, que fue muy violenta. No contra mí, sino contra la pareja.
Yo, creo que lo que me hizo todo el descalabro fue la reacción de mis padres tan sangrienta frente a una pareja o el compañero de aventuras, que era para mí un bálsamo, una atención, un afecto, un cariño... Todo eso lo he ido procesando y eso afectó mucho, la represión propia corporal, la respiración.
Fui descubriendo cada detalle, y por qué pasaba esto o por qué pasaba lo otro. En eso descubrí muchas cosas de mi cuerpo. Antes tenía un orgasmo y era doloroso, porque actuaba la actitud placentera y la actitud represora. Se encontraban la distensión y la tensión; y eso me provocaba mucho dolor cada vez que tenía oportunidad de acceder a un orgasmo.
Ahora no, ya no es ese conflicto. Dejo que la actitud placentera se distienda. Tengo setenta años y sigo aprendiendo.
Muchos y muchas experimentamos una suerte de afasia durante los primeros meses de la pandemia. Hay momentos en la historia en los que se abre una fisura en el tiempo y nos encontramos frente a lo desconocido. Momentos en los que el relato se rompe y las palabras no bastan para organizar la realidad. Svetlana Alexievich habla de la catástrofe de Chernobyl como uno de ellos. Una sola voz no alcanza para iluminar esos abismos, ni tampoco es suficiente con las voces de los vivos. Hace falta echar mano de un mosaico compuesto de fragmentos de todos los tamaños y momentos, de silencios, pausas y ausencias.
Cuando empezamos a pensar en recoger las memorias de la comunidad de la Virgen de la Puerta y de otras compañeras trans y travestis de la década de los noventa, la pandemia aún no había empezado. Sin embargo, ya en muchas de nuestras conversaciones, en nuestras sensaciones cotidianas, existía la conciencia de que algún tipo de colapso estaba a la vuelta de la esquina. No sabíamos qué tipo de colapso sería, pero sabíamos que no sería el primero. Cuando ocurrió, nosotros que venimos de los shocks económicos, la hiperinflación, los coches bomba, las desapariciones forzadas, los paros y los toques de queda, que somos hijos e hijas del estado de excepción, sujetos de guerra y de posguerra, quisimos pensar que ese pasado nos protegería, que nos había preparado. Y aunque no tardamos en comprender que no sería del todo así, nos amparaba un conocimiento que venía del corazón, más que de la razón: que una ética de la ternura y de los cuidados era vital para transitar tanta incertidumbre. Fue así que este proyecto terminó de formularse, por una parte, como una muestra de reconocimiento y agradecimiento por parte de los feminismos del presente a las resistencias trans y travestis de entonces, a las cajas de herramientas afectivas y conceptuales en cuanto a resistencia en común y autogestión que desarrollaron; y por otra, como una invocación y una pregunta sobre cómo amar y cuidar en tiempos de catástrofe.
Ellas, que hicieron su nido en el estado excepción permanente, en la cuarentena perpetua—casi borradas por las operaciones coloniales, expulsadas de la familia nuclear, apartadas del espacio público, excluidas de los sistemas de salud y marginadas del derecho a envejecer— nos han prestado sus voces, en las que los cuerpos se modelan para la supervivencia y la fantasía, el deseo y la fe se enredan con la maternidad y los vínculos superan las fronteras —las de los países, las de la vida y la muerte— transformándose en remesas que financian salones de belleza, viviendas, entierros y procesiones. Con esos testimonios hemos compuesto una serie de piezas en las que el propio acto de recordar se transforma en paisaje sonoro. Lejos de la lógica digital de fidelidad artificial y borramiento de las brechas, los caminos truncos, los ecos y los bucles, optamos por buscar los recursos que nos permitieran exponer la frágil, efímera e inestable cualidad, no solo de la memoria, sino también de aquello denominado identidad e incluso del sujeto mismo. Nuestro objetivo es el de transformar el sonido en un espacio de re-existencia.
El futuro era tu cuerpo no solo hace referencia a la estrecha relación entre la supervivencia y la hiper-feminización en las comunidades trans sino también es un reconocimiento y una celebración de la ética de interdependencia que se urdió en las comunidades travestis y trans de Perú, en la década de los noventa. Dicha ética y sus prácticas correspondientes, rehabilitaron el futuro en un sentido material, no solo educando y maternando, sino también posibilitando la transgresión de expectativas de vida muy limitadas, haciendo del derecho a envejecer una conquista. En este presente atravesado por duelos, crisis y ansiedades de todo tipo, queremos pensar en la vulnerabilidad con los brazos abiertos, sin optimismo, pero con esperanza.
El futuro era tu cuerpo se presenta dentro del marco del programa de L'Internationale Our Many Europes.
El proyecto Our Many Europes, organizado por la confederación de museos L’internationale y cofinanciado por el programa Europa Creativa de la Unión Europea. L'Internationale reúne a siete grandes instituciones de arte europeas: Moderna galerija (MG+MSUM, Liubliana, Eslovenia); Museo Reina Sofía (Madrid, España); MACBA, Museu d'Art Contemporani de Barcelona (España); Museum van Hedendaagse Kunst Antwerpen (M HKA, Amberes, Bélgica); Muzeum Sztuki Nowoczesnej w Warszawie (Varsovia, Polonia), SALT (Istanbul and Ankara, Turquía) and Van Abbemuseum (VAM, Eindhoven, Países Bajos) y colabora en este proyecto con HDK-Valand Academy (Gotemburgo, Suecia) y National College of Art and Design (NCAD, Dublín, Irlanda). Juntas, estas instituciones presentan un programa con más de 40 actividades públicas (conferencias, exposiciones, talleres) hasta mayo de 2022.
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- Fecha:
- 21/10/2021
- Realización:
- Elisa Fuenzalida, Jorge Vicario y Javi Vargas Sotomayor
- Agradecimientos:
A Charo Villegas por su apoyo en la entrevista a Charito
-
Locución
-
Capítulo 1: Belisa, Maricielo, Lalys, Frau, Charo, Annie, Miluska y Charito
Capítulo 2: Miluska, Charo, Maju, Charo, Andrea, Maricielo, Belisa, Annie, Charito, Lays y Frau - Licencia:
- Creative Commons by-nc-sa 4.0
Material complementario
Citas
- Cápsula 1: Svetlana Alexievich, Giuseppe Campuzano y John Berger