A tope de pasión
Grace Morales
Transcripción
A tope de pasión es una breve serie de entrevistas a personas movidas por una curiosidad insaciable. Me he centrado en personas que dedican su tiempo a actividades creativas y críticas porque quieren, porque se han empeñado en ello, y no porque pueden. Esta serie de entrevistas es una última llamada de atención sobre cómo los comportamientos artísticos no tienen, o al menos no deberían tener que ver con los privilegios. Para esto, en estos cuatro podcasts, conscientemente biográficos, se puede escuchar no solo la pasión que mueve a estas personas para dedicarse a actividades artísticas, sino también las condiciones sociales y económicas que no se lo han puesto fácil. En el segundo episodio, Grace Morales.
Hola, soy Grace Morales. Me llamo Victoria. Con ese nombre no me conoce nadie y con el de Grace Morales me conocen algunas personas porque hice el fanzine Mondo Brutto. Ahora hago otras cosas, como libros, revistas, etcétera; esta es mi vida prácticamente.
Yo nací en Madrid y sigo viviendo más o menos en el mismo sitio. Mis padres eran dos personas del barrio. No tenían una formación especial, pero sí que mi madre había estado en Francia exiliada y casi que nació allí, y por eso tuvo una educación diferente, además, ella tenía una verdadera avidez por los libros.
Mi padre, por su parte, era un hombre muy religioso, pero religioso de leer no solamente la Biblia, sino de leer libros sobre el catolicismo. Siempre estaba leyendo.
Vivir en una casa con las dos personas, que son tus padres, los dos leyendo todo el día, y más bien por la noche… Los dos. Ella, novelas en francés y novelas en español, y mi padre leyendo cosas del catolicismo, que ahora hace poco, leí yo y eran impresentables.
Eso tenía yo de referencia. Y, claro, con esa referencia yo también leía, leía muchísimo. Yo también me compraba muchísimos libros desde pequeña. Todo eso me llevó a que lo principal eran los libros, lo principal era leer y hacerme una persona que tuviera un criterio independiente. Como decía mi madre: “tienes que tener tu propio criterio”.
Mi propio criterio ha salido distinto al de mi padre y al de mi madre, porque soy una persona creyente, sí, pero no soy tan católica como lo era mi padre, ni soy como es mi madre, que tiene unos parámetros vitales que no son los míos.
A mí me gustaba muchísimo la música, desde muy pequeña. En mi casa se oía música todo el rato, y a mí me encantaba la música, pero, igual que me hice un criterio propio en lo ideológico, también me hice un criterio propio en lo musical. Por un lado, me ponía los éxitos del punk pop de la época. Te estoy hablando del 78, 79, 80. Todo eso con Juan de Pablos, que ya estaba en la radio; y Rafael Abitbol, que tenía dos programas, uno que era de música de los 50 y otro que se llamaba "Dinamita", que ponía allí todo lo que salía. Yo oía todo aquello, aunque yo no tenía acceso directo a los discos porque, incluso, la mayoría todavía no se publicaban directamente en España y yo lo que tenía que hacer era grabar esas canciones.
Esto era buenísimo, para entrar en Madrid Rock te hacían un examen. Tenías que hacer un examen de distintas preguntas sobre música, y tenías que pasar el 50 % porque si no, no te cogían. Era un tipo test. Yo las que fallaba eran las de heavy, porque había muchas preguntas de heavy y yo no controlaba tanto como ahora —bueno, ahora un poquito más— pero, las demás sí. Yo la música más o menos antigua y la música de entonces sí la controlaba, pero la música heavy no.
Y lo de los ovnis también. Los ovnis, las películas de terror, las novelas de terror, todo lo que se conoce como de serie B, y la cultura popular, todo eso me encantaba y me llenaba la casa con posters, con novelas... Yo llegaba a mi casa del Rastro con un montón de cosas que me habían costado, a lo mejor, quinientas pelas, y mi madre luego me las tiraba. De eso conseguí salvar mucho, y de eso bebió —de las fotos que vendían ahí— los primeros Mondo Brutto que se hicieron.
Me decidí a estudiar una carrera que yo quería estudiar, que era la de Filosofía. Como decía una profesora que yo tenía: “Están ustedes aquí por causas sustantivas, porque no hay razón para estudiar esto; las causas sustantivas que ustedes tengan, porque esto no vale para nada”. No vale para nada en el sentido pragmático de la vida, por no poder hacer nada con esto.
Y, efectivamente, estudié los cinco años de Filosofía; los estudié con una beca. Cada año me daban una beca que me cubría todo lo de la matrícula y un tanto de dinero más para mis gastos. Yo tenía que pagar setecientas pesetas cada año, nada más. Entonces —claro— yo tenía algo de dinero para tirar, no demasiado, pero algo de dinero. Con eso estuve toda la carrera, pues si no, no podría haberlo hecho, me habrían echado de mi casa. Con todo y con eso lo vieron fatal porque, claro, mis padres tenían la idea de que yo estudiara cursos de informática para ser secretaria, y no lo hice. Y, aparte, que la filosofía me abrió también las puertas a un mundo de gente que era muy abierta y con ideas también muy abiertas.
Ahí encontré desde Descartes, que me gustaba mucho, a Brentano. Luego ya nos fuimos acercando al siglo XX y allí la cosa fue disparatada, y me gustó muchísimo aquello. Me gustó muchísimo la carrera, la gente que conocí, que estaban todos igual de colgados que yo. Por una cosa o por otra estaban todos muy mal de la cabeza. Digo mal de la cabeza en el buen sentido, estaban todos así, era gente que quería hacer algo con su vida, pero no del modo normal.
Hubo gente que se quedó allí en la Facultad, que hizo las oposiciones —creo— y se quedó allí de profesor. Otros se fueron a dar clases a otro sitio. Creo que la mayoría están dando clases de Filosofía, bien en la Facultad como profesores de grado o en institutos. Por mi parte, acabé dando clases —de Filosofía, no— de Inglés y de Humanidades en un colegio de Formación Profesional.
Luego había unos cuantos, como yo, que lo queríamos para tener una base o tener un conocimiento de las cosas, conocer algo de las cosas. A mí me sirvió para que yo supiera que no estaba sola en el mundo haciendo estas tonterías y que había más gente. Ahí empecé a darme cuenta de que había más gente haciendo tonterías, porque para mí, aparte de hacer la carrera, conocí la Filosofía. También conocí la cultura popular; y la cultura popular fue lo que me salvó la vida tantas veces. Era lo que a mí me daba alas para seguir, porque esa cultura, tanto la de la Academia como la que yo veía en los libros o en los discos o en las novelas que yo leía de ciencia ficción o de terror, ahí veía que había un mundo, y ese mundo me abría puertas que yo no veía en mi casa, aunque había también libros, pero no había esas cosas y me costó mucho tiempo encontrarlo en otras personas.
Antes del colegio estuve un año en Madrid Rock, y aquello fue una experiencia tremenda. Tremenda, porque estaba allí, en la caja, vendiendo los discos que entraban así…, y eso jamás yo lo he vuelto a ver. Sí empezaba a haber los CDs, que es lo que tenían abajo. Yo me encargaba de los LPs, pero los LPs entraban… Había gente que venía con montañas, y eso para mí fue algo tremendo. El horario era tremendo. El trabajo era tremendo, pero yo me divertí bastante, aunque por un lado estaba muy puteada —muy puteada—, pero es lo que tenía que hacer. Ahora lo recuerdo con mucho cariño. Lo recuerdo con mucho cariño porque los dueños, el dueño de Madrid Rock, que era un tío muy heavy, tenía toda la tienda llena de discos de heavy, pero discos muy raros de heavy. Yo no he vuelto a ver discos tan raros como esos. Me lo pasaba fenomenal cuando veía a los fans de los Héroes del Silencio, que nos partíamos de la risa y siempre venían un mes antes preguntando: ¿ya ha salido? ¿ya ha salido? ¿ya ha salido?
Cada vez que llegaba el disco veíamos la portada y decíamos: “este es el que me parece a mí que es el más fantoche”, y decía otro: “no, yo creo que es este”, y hacíamos de ahí una porra. Siempre ganaba Mariano, que era el jefe. Él que siempre era todavía más fantoche que “El Garganta”.
Entonces, había uno, que... “pero estos tíos, cómo salen así a tocar y no se les cae la cara de vergüenza”. Es que en aquella época yo era muy radical con esas cosas. No me entraba en la cabeza que un grupo saliera así a tocar también. Ahora ya me da igual y me parece hasta bien. Los fans eran muy majos, pero es que las fotos….
Esta tienda de Madrid Rock era la que estaba en una bocacalle de Arenal, la calle que está donde la plaza que hay una metralleta. Era una tienda más o menos mediana, más bien pequeña, y nos estaban formando para entrar en la grande que ya hicieron en la Gran Vía, pero yo, en principio, estuve allí y era divertidísimo —divertidísimo—.
Lo que cambió todo fue en Nueva Visión, un bareto de Malasaña, donde yo volví a encontrarme con Rafa, un amigo mío de la época del Rock-Ola. Y ese estaba trabajando allí con otro que ponía allí discos. Él se llamaba Ramón, y yo a Ramón le conocía de oírle por la radio.
Coincidir los tres en ese punto fue lo que nos llevó, por unas cosas o por otras, a hacer Mondo Brutto. Eso ya fue en el año 90, y eso fue lo que a mí me abrió la puerta a hacer otra cosa. Ellos iban a hacer una radio libre, pero el Ayuntamiento la cerró, y fue el punto de salida para decir: “pues ahora hacemos un fanzine”, y a mí me dijeron de escribir.
Rafa era P J Soles, estuvo muy pocos números con nosotros; y el otro, Ramón, era Galactus, Capitán Fantoche, que era como se llamaba en la radio, y así, con el segundo en liza, que es el que estaba haciendo el programa con Ramón y con Juan, todo ese primer núcleo; con ese salimos a hacer Mondo Brutto, ahí nació Mondo Brutto.
Ese primer número tardamos, creo que fue un año y medio —una cosa así—, porque lo hicimos lento, lento, no salía y no salía. Bueno, empezamos en 1989 y el primer número salió en 1990, pero salió a finales, una cosa larguísima —larguísima—. Y nada más salir tuvo un éxito tremendo, un éxito de esos que nosotros estábamos alucinados. ¿Qué es esto? No pensábamos que pudiera tener tantísimo éxito.
A partir de ahí vino más gente a hacer con nosotros el fanzine. Contábamos al principio con la casa de Rafa, pues Rafa tenía una buena habitación y ahí nos juntábamos los tres. Primero escribíamos a máquina, con una máquina eléctrica que tenía Rafa, y hacíamos ahí los textos. Dejábamos unos espacios y luego ya cogíamos ahí y decíamos: “bueno, aquí podemos tal cosa y tal cosa”. Entonces buscábamos allí en los libros y en las revistas, sobre todo. Entonces, si se podía recortar, recortábamos, si no cogíamos una fotocopia y la poníamos. Y luego poníamos “Mágico” “Increíble” “Shocking”, y así estuvimos hasta el número nueve, que ya empezamos a hacerlo con Quark.
Esa es la tónica general de todo el fanzine, y lo más importante era la risa. La risa que nos pasábamos siempre, desde el primer número hasta el último, o sea, de partirnos de risa, de caernos al suelo de la risa que teníamos cuando hacíamos los artículos. Eso no se me olvidará nunca. Es la cosa que me quedo, porque fue hilarante; hilarante hacer algunos artículos de Galactus en mi casa, de morirse de risa, de llorar de risa y no poder parar.
Yo, por ejemplo, era don Pésima. Yo he sido siempre doña Pésima y, sin embargo, Galactus, que tenía un espíritu totalmente diferente, era optimismo, pues esa guerra me impregnaba incluso a mí, y yo me moría de risa. Eso es lo mejor de Mondo Brutto, es lo que echo de menos algunas veces y es lo realmente importante. Yo creo que la gente lo notaba y también se partía de risa. Durante los muchos años que estuvimos con Mondo Brutto no nos salió nada, y cuando digo nada es decir nada.
Cuando veíamos a otros, que venían detrás de nosotros, ya estaban currando. Nosotros decíamos: parecemos gilipollas, porque nosotros lo hacíamos porque nos lo pasábamos muy bien, pero nunca habíamos visto el fanzine como un trampolín para algo, y veíamos a otros que… “este se ha puesto a currar”.
La única persona que a mí me dio un curro fue Jordi Costa en la sección de Cultura de La Vanguardia, al cual le estaré siempre agradecido porque fue la única persona que me dio un trabajo.
Ya te digo que durante este tiempo que nosotros estuvimos con Mondo Brutto, la gente no sabía que esto se hacía así, por amor al arte y sin nada. Entonces, a veces venían algunos y nos invitaban a consumiciones, y… ¿este tío qué quiere? No, que quiere colaborar. Venían que se arrastraban por una colaboración. Pero tío, si nosotros hacemos una mierda, y ya, entonces, era cuando se daban cuenta de que nosotros no pagábamos.
Yo no sé qué nos consideraban, pero sé que durante mucho tiempo yo pedía curro, pero al decir que era de Mondo Brutto no me daban trabajo porque me veían como una tía muy rara —que también es verdad—, muy metida en mis cosas. Yo y mis cosas son muchas cosas, y porque nosotros en Mondo Brutto nos metimos con todos ellos. Eso también es verdad. A todos más o menos le caía un palito, no sé si por parte mía, porque Luigi se dedicó a poner a parir a todo el mundo, porque creo que no se libró nadie, salíamos nosotros. Nos puso a parir a todos, incluso a nosotros del mismo fanzine. Imagino que por eso también pasaron de mí.
Era lógico que escribiera porque era seguir con Mondo Brutto, seguir escribiendo, pero otra cosa. Escribí una novela con el fanzine, que la sacó Chechu en su editorial, que es un tutorial que sacó con el fanzine, que es Otra dimensión. Y a partir de eso he hecho bastantes cosas, más bien por encargo de La Felguera, que son muy amigos míos y me han encargado de todo, desde que hiciera un prólogo, por ejemplo, al libro de Valle Inclán. Luego hice uno para Houdini y he hecho la coordinación del de Mágicas.
Mágicas es una recopilación de textos de mujeres que se dedican a la magia. Es un libro muy bonito, muy interesante para quien quiera saber qué eran las mujeres en el siglo XIX y principios del XX, quienes eran y las cosas que escribían, porque lo verán ahí con sus textos. Entonces lo que hice fue una introducción a todo eso, a todas esas mujeres, a cuál era el papel de la magia ceremonial y ritual, y luego una introducción a sus vidas. Les quedó fantástico. Los de La Felguera son maravillosos, hacen unos libros maravillosos.
Damas del blues la he hecho para la editorial Destino, salió justo hace un año. Ese es mi libro más personal, el que tenía más ganas de hacer, que me encanta la época de las mujeres negras que grababan blues y de las que no había nada. No había nada, ni siquiera en Estados Unidos. Y ahí tuve que comprar libros a Estados Unidos porque no había. Es que no había nada de nada, ni en Internet tampoco —en Internet olvídate—.
Me lo pasé muy bien, y ese libro ha sido para mí muy especial. Ha sido muy bonito hacerlo. Con los de Aurora Dorada he hecho este sobre Hilma af Klint, que es una pintora muy especial, también, y que me apetecía mucho hacerlo.
— Entrevistador: Tengo mucho interés también por saber qué pasa con el libro de los Mecano.
Lo de Mecano fue un encargo. Querían hacer una colección que se llamaba Cara B, y estaba dedicado a un disco de un grupo. Entonces yo peleé porque fuera el disco de Los Pegamoides o, en su caso, el disco de Parálisis Permanente, pero me dijeron que no: “tú el de Mecano”, y yo no tenía un duro y dije: “pues lo hago por el dinero”: el primer LP de Mecano.
Nacho Cano es un gran compositor —son grandes compositores—, pero a mí no me gustan. No es esa la música que yo escucho, pero está bien. Está producido de aquella manera, como están producidas las cosas en los 80, pero que tienen canciones muy buenas, que son unos compositores muy buenos.
Nacho Cano, sobre todo en aquella época, era un chico que estaba obsesionado por la música y que estaba totalmente volcado en su faceta de músico, y eso sí lo defiendo, eso sí me gusta. En el libro yo no los pongo a parir, yo respeto a Nacho Cano y respeto esa manera de ser tan así: “yo quiero hacer esto, que a mí me gusta esto y yo lo voy a hacer”; o sea, que bien. En la época los odiaba porque yo era de Los Pegamoides. Ha pasado el tiempo y ha habido cosas…, pero esto no lo puedo aguantar.
Una cosa es hacer las cosas como nosotros las hacíamos, pero otra cosa era hacerlas todos los días. Quiero decir, una cosa es trabajar con esta cosa del collage, y otra cosa es quedar todos los días para hacerlo, siempre atendiendo los plazos. Nosotros nos comprometíamos en tenerlo terminado para tal fecha —no una fecha en general—, o sea, en una fecha concreta, más o menos. Nosotros quedábamos más o menos todos los días; de lunes a viernes quedábamos para hacerlo. No era una cosa de: “bueno, pues ya te lo daremos”, no, esto se hacía todos los días. Dentro de lo amateur también era profesional, en ese sentido de que nos lo tomamos muy en serio: tú haces tal y tú haces tal... No quiero decir que fuera un cachondeo, no. Sí nos lo tomábamos muy en serio, desde el primer momento nos lo tomamos muy en serio.
Yo me sigo considerando una amateur porque no me creo con la sabiduría necesaria, pero aparte de eso soy siempre profesional, en el sentido de que cuando me encargan esto, yo lo hago y lo hago lo mejor que puedo y lo termino en los plazos que me dicen. Lo termino consciente de que he hecho algo bien, porque si no, no lo hago.
El amateur es una forma de ser, sí, porque sí, porque yo me he considerado amateur siempre y lo voy a ser toda la vida. Yo no voy a considerarme profesional.
Yo no soy una profesional de nada. Yo prefiero ser una amateur de todo y ya está, porque yo hago esto, porque como me gusta tanto, pues cojo y hago esto y ya está. Y como me gusta hablar de la magia, me gusta hablar de los ovnis, me gusta hablar de música porque son cosas que me dan la vida. Como son cosas que para mí son fundamentales en mi vida, pues las hago. No lo busco por protagonismo.
Esta es mi pasión, esta es la vida que me gusta a mí. A lo mejor mucha gente dirá: “pues vives en los libros”. No, no vivo en los libros ni vivo en las canciones, pero sin las canciones, los discos y los libros yo no sería feliz, yo sería como un mueble. Yo necesito leer, necesito ver películas, necesito esas cosas para poder seguir pensando y para poder seguir disfrutando también, porque todo esto es lo que me ha hecho a mí avanzar, avanzar, avanzar… Avanzar no sé adónde, supongo que a ningún sitio.
Sigues yendo muy deprisa a ninguna parte, pues sí, pues eso. Si te quedas ahí, no. Una vez que las has visto o las has leído, yo las digiero y las expreso según mi cabeza.
— Entrevistador: Veo un proceso, por tu parte, en el que hay muchos pasos que implican actividad consciente. La acumulación es una actividad consciente, la lectura es una actividad consciente, la reformulación en tu cabeza y la escritura.
Claro, pero es que todo eso forma parte del proceso, no lo que te ponen a mano, los números de palabras, no. Eso me parece horrible. Además, es que me parece un atraso espantoso, es ir hacia atrás. A mí lo que me gusta es el desperdigar la información, que se desperdigue por los bordes, no que salga comprimida, pues no. "Mil palabras, tienen que ser mil palabras justas o quinientas palabras", pero es que eso es una mierda.
Rosendo y Mondo Brutto tuvieron una coincidencia, porque cuando hicimos el especial punk dijimos "a quién podemos entrevistar del punk?". Dijimos, "pues joder, a Rosendo le podemos entrevistar", "oye pues mira, pues qué bien". Y entonces por medio de un amigo que le conocía, era amigo íntimo suyo, fuimos al set donde ensayaba —que creo que no sigue allí—, en Carabanchel también, y fue muy divertido, muy divertido, porque él es como sale en todos los sitios, él es así, es un tío muy muy majo, muy campechano. Es que el tío te da su casa —estuvimos ahí en la pecera hablando con él—, y el tío era muy majo, muy elementa. Y nada, nos contó varias anécdotas, entre ellas las del Grammy, un Grammy que tiene para que no se cierre una puerta. Me dice: "¿véis eso?", y miramos así, "ahí tengo el Grammy". Y miramos así, "¡anda!". Y el tío "jajajajaja", nos dió una risa tremenda. Era exactamente igual y nos cayó muy bien, se portó con nosotros genial. Luego nos fuimos a tomar unas cañas con él al bar de enfrente, un bareto de toda la vida, y fue nuestra entrevista para el especial punk del Mondo Brutto. Entonces estuvo genial porque la gente decía, "¿pero cómo habéis metido a este tío en el especial punk?".
A tope de pasión es una breve serie de entrevistas a personas movidas por una curiosidad insaciable y que dedican su tiempo a actividades creativas y críticas porque quieren, porque se han empeñado en ello, y no porque pueden. Estas entrevistas son una llamada de atención acerca de cómo los comportamientos artísticos no tienen —o al menos no deberían tener— que ver con los privilegios. Para esto, en estas cuatro cápsulas se puede escuchar la pasión que mueve a estas personas a dedicarse a las labores artísticas, pese a que las condiciones sociales y económicas no se lo han ido poniendo nada fácil.
En el segundo episodio, Grace Morales.
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- Fecha:
- 17/07/2024
- Realización:
- José Luis Espejo
- Agradecimientos:
Servando Rocha, David Gómez y Grace Morales. A Rosendo Mercado porque su música fue la principal fuente para esta serie de cápsulas.
- Licencia:
- Creative Commons by-nc-sa 4.0
Citas
- Rosendo. Pan de higo. RCA (1985)